Vivimos en una época en la que el primer gesto cotidiano que hace la
mayoría de las personas es asomarse a una pantalla, por lo que es normal que la
realidad y la ficción lleguen a confundirse, y más en el caso de una generación
política que parece encontrar sus modelos de actuación en series como “Juego de
Tronos” o “El ala oeste de la Casa Blanca”. Y no es que no podamos confiar en la
calidad de los guionistas de estas producciones televisivas, pero quizá habría
que tener en cuenta que lo que les mueve es captar la atención de los
espectadores casi a cualquier precio, y no las ideologías o la protección de
los derechos y libertades que deberían guiar la acción política, aunque ya
parecen cosas del pasado, cuando los principios que priman en la política
española son los del marketing. “Un asesor se tira a un barranco por su
presidente”, ha afirmado el secretario de Estado Iván Redondo, parafraseando un
diálogo de la serie americana. No, hombre, no hace falta. Tranquilícese. Dé de
baja la suscripción de Netflix, cambie a Maquiavelo por Marco Aurelio, cuando
se levante a las 5 y media de la mañana no encienda el móvil, sino váyase a
correr. Y luego transmítale el método al presidente Pedro Sánchez. Lo mismo
podemos solucionar el problema catalán con una simple sesión de meditación zen.
Y un mantra: “Lealtad y concordia”. Así no harían falta amnistías ni indultos
ni tachar de venganzas y revanchas las decisiones judiciales, ni de paso deslegitimar
al poder judicial y a la propia democracia. Podría aprovechar su capacidad de
trabajo para elaborar una guía de uso, un nuevo protocolo espiritual dirigido a
la clase política y a la gestión de todas las administraciones públicas,
incluso el Ayuntamiento de Granada, para el que quizá habría que elaborar unos
cuantos mandamientos específicos o acudir a la medicina tradicional para que
recete tranquilizantes a algunos concejales. Porque hay quien tiene visiones, y
quien sufre alucinaciones, y quien está ungido en iluminaciones. Nada que no
hubiéramos apreciado en la campaña electoral, pero que se ha trasladado a las
instituciones por el truco de un prestidigitador, ayudado por las direcciones
de dos partidos, Ciudadanos y PP, preocupados únicamente por mantener sus
cuotas de poder. Lo mismo le hacen caso a Iván Redondo y se tiran por el
barranco municipal. Pero pongan antes un colchón en el fondo que no signifique
tomarle el pelo a los ciudadanos. Un colchón-gobierno de leyes, y no de
nombres.
IDEAL (La Cerradura), 30/05/2021