La
Alpujarra es un territorio mítico y a la vez
cotidiano entre Granada y la costa. Un valle misterioso pero entrañable, que ha
merecido la atención de escritores románticos y contemporáneos, que siempre nos
ofrecen una mirada personal y única, lo que hay que atribuir a la capacidad del
que mira, pero también a la singularidad de esta región, capaz de sugerir
impresiones contradictorias. Esa impresión puede dar lugar a relatos de viajes
y de búsqueda personal como los de Pedro Antonio de Alarcón o Gerald Brenan; a
novelas fantásticas como “El manuscrito encontrado en Zaragoza”, de Jan
Potocki; a novelas históricas (pero de verdad) como “La guerra de Granada” de
Diego Hurtado de Mendoza y ensayos como los de Julio Caro Baroja o Lafuente
Alcántara; a novelas contemporáneas como “La parábola de Carmen la Reina”, de
Manuel Talens, y miradas contemporáneas sobre la historia como la de Justo
Navarro en “El país perdido”; pero también a crónicas personales que tienen lo
mejor de la narrativa y de la historia, como las de Francisco Izquierdo o
Eduardo Castro; todas valiosas miradas sobre la Alpujarra. Pero quienes mejor
conocen y nos pueden contar cómo es esta comarca son sus habitantes, y ése es
el mayor acierto de las “Crónicas de la Alpujarra” de Andrés Cárdenas, publicado
por la Diputación de Granada. Pues nos habla de la Alpujarra a través de sus
habitantes, que son nuestros ojos y nuestra voz. Yo creo que la mejor
literatura popular de hoy día no son los bestsellers, sino la que se escribe en
periódicos, como las crónicas y artículos de Andrés Cárdenas. A lo largo de
treintaiún días Andrés recorrió la Alpujarra con la pluma y la rempuja en
ristre, pero son sus propios habitantes los que nos ofrecen su testimonio en
estas páginas. Y lo hacen como suele interpretar la realidad Andrés Cárdenas:
con humor e inteligencia, pero sin renunciar por ello a la denuncia social. “Está
claro que existen personas que dan vistosidad a un paisaje, o paisajes que dan
visibilidad a las personas”, podemos leer en estas crónicas. Porque el saber,
lo que se dice el saber, sólo se aprende escuchando, pero hay que estar en el
sitio adecuado para escuchar y contar, como hizo Andrés primero en IDEAL, y
después, más reposadamente, en este magnífico libro. Los personajes de estas crónicas
están absolutamente vivos, y ustedes deberían conocerlos. Su sentido de la
realidad y del humor, su sabiduría y sus tradiciones los convierten también en
patrimonio de la humanidad.
IDEAL
(La Cerradura), 25/05/2014