Si
como escribiera Borges, el milagro del tiempo es que perdure algo en nosotros a
pesar de las gotas del río de Heráclito, que son estos años que se van, lo más
sorprendente es que la novedad nos dure tan poco, hasta el martes que viene
quizá, cuando al firmar una carta o un recibo pongamos 2019. Y este es un año
emblemático, si acudimos a la historia del cine, pues Ridley Scott imaginó en “Blade
Runner” ciudades con altísimos rascacielos iluminados con neones y cielos
nublados de contaminación recorridos por coches voladores conducidos por blade
runners, cazadores de replicantes más perfectos que los seres humanos, pero que
sólo tienen cuatro años de vida. En las calles se hablaría un lenguaje mestizo
de todas las razas de la tierra y todas las tribus urbanas, pero no sabríamos
distinguir a los seres humanos de los androides, ni siquiera con un test
Voight-Kampff que nos descubra la dilatación del iris, la fluctuación de la
pupila cuando preguntemos por el sufrimiento de un animal del que ya sólo
existen copias elaboradas genéticamente, como imaginó Philip K. Dick en
“¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”, la novela en que se basa esta
película. Replicantes que son en ese mundo los únicos que se resisten a la
opresión, se rebelan contra las circunstancias y sienten compasión por el
enemigo. O “Akira”, otra película ambientada en una ciudad reconstruida después
de la hecatombe nuclear y asolada por el desempleo, la droga, la violencia y el
terrorismo. Frente a las distopías, nuestra realidad resulta mucho más amable,
aunque al final y al principio de año sigamos escuchando los mismos mensajes esperanzadores
y absolutamente contradictorios de nuestra clase política: en Madrid, donde
gobierna el partido derrotado en las últimas elecciones (PSOE); o en Andalucía,
donde –después de casi cuarenta años- va a gobernar también el partido
derrotado en las últimas elecciones (PP), apoyados en ambos casos por los
partidos que dicen aborrecer, nacionalistas y extremistas que podrían
protagonizar alguna distopía, pues niegan sin sonrojo que haya habido una
dictadura en España, la igualdad sexual o el derecho de asilo que pedirán
muchos de los 300 inmigrantes del buque “Open Arms” que han desembarcado en la
bahía de Algeciras. Para ellos empieza sin duda una nueva vida. Pero entre este
lapso que muere y otro que surge esperaremos las doce irreparables campanadas
que, volviendo a Borges, tienen como causa verdadera la sospecha general y borrosa
del enigma del tiempo. Así que, humanos o replicantes, feliz año nuevo.
IDEAL (La
Cerradura), 30/12/2018