La frase de la presidenta Isabel Díaz Ayuso, “Madrid es España dentro de España”, resulta reveladora de la manera de pensar de nuestros políticos. Cada uno tiene su idea de España, claro, probablemente como cada español, pero el problema es que ellos deben trabajar por un proyecto común centrado en cosas mucho más básicas, que empiezan por los servicios públicos. La prestación de estos servicios es lo único que justifica la existencia de una descentralización administrativa y de las propias Administraciones públicas, y de ahí también que, en referencia a las personas que las representan, se hablara antes de “vocación de servicio público”, “servir a los intereses generales”, “servidores públicos” y otras expresiones que hoy resultan ridículas, sobre todo porque no es lo que mueve actualmente a los cargos que tienen mayor responsabilidad, empezando por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que ha construido su prestigio sobre la base de hacer lo contrario de lo que promete o pacta, por lo que no saben a qué atenerse ni sus adversarios ni sus socios de gobierno ni incluso los miembros de su partido; es decir, que entre la clase política se aplaude a la gente que no es digna de confianza. Así, es normal que en las distintas encuestas los españoles figuren como los europeos más pesimistas. Ven que los presupuestos generales tienen que pactarse con aquellos partidos políticos que lo que promueven es independizarse de España; que ocho meses después del inicio de la pandemia los presidentes autonómicos y el presidente del Gobierno tienen que reunirse para coordinar mecanismos de actuación; que, dentro de ese mismo gobierno, el presidente tiene que negociar con su vicepresidente para prolongar las ayudas laborales y sociales; que si en su familia hay algún contagiado tienen que aislarse y arreglárselas como puedan… Además, el 50% de los españoles teme perder su trabajo. Si la idea que tenían nuestros políticos era la de una España aterrorizada, lo han conseguido. A los enfermos del poder que disfrutan con Juego de Tronos estas pesadillas los llevan al séptimo cielo, como convertir España en una república plurinacional y quizá bananera, pues desde luego en este país no invertimos en ciencia, sino en demagogia. Total, que el tema de España, que tanto interesó a Ortega y Gasset, Unamuno y otros intelectuales que hoy día brillan por su ausencia, se ha convertido en una caricatura subida en un Falcon que va arrastrando una coleta; pero, fundamentalmente, en una crisis sanitaria, económica y política colosal. Y se estrellará. Sálvese quien pueda.
IDEAL (La Cerradura), 27/09/2020