Hoy
hemos decidido hacer una excursión al baño. Nos hemos puesto camisas de
franela, pantalones vaqueros, botas y anorak. Hemos llenado la mochila de
bocadillos, una cantimplora de agua y la bota de vino para el abuelo. Papá y
mamá han discutido sobre si llevar también picos y cuerdas, de lo que era
partidario papá, aunque mamá –no sé por qué- le ha dicho que si no estaba
exagerando. “Soy previsor”, ha afirmado papá. “¿Has cogido el botiquín?” A lo
que mamá ha contestado con una carcajada. Mientras, mi hermana y yo hemos
ayudado a vestir al abuelo, que ha cogido su bastón y la escopeta de caza. “Por
si viéramos un ciervo. No abunda la carne en esta casa”. Marta y yo nos hemos
echado una mirada significativa, porque mamá, de un tiempo a esta parte, se ha
decantado por la comida vegetariana, y no hemos dicho nada de los temblores de
las manos del abuelo, que quizá le impidan acertar en el blanco. “¡Vamos!”, nos
ha apremiado mi padre. “Siempre llegamos tarde”. A lo que mamá ha contestado
con otra carcajada. La excursión ha comenzado en el comedor, donde todos nos
hemos puesto en fila. Delante, el abuelo, al que hay que ayudar un poco; con
él, mi padre, cargando la mochila, y mi madre, cuidando de que no se caiga
ninguno de los dos; y detrás, mi hermana y yo, que hemos tenido que acarrear
finalmente con las cuerdas y un pico. La verdad es que hemos tardado más de una
hora en recorrer el pasillo. Papá y el abuelo se trastabillaban. Al principio,
porque el abuelo se cansaba mucho; después, porque cada tres pasos se paraban a
echar un trago de vino. He contado doce pasos hasta llegar a la puerta del
baño, que alguien se había dejado abierta. Esto no le ha gustado nada a mamá,
que nos ha recordado la importancia del orden y la disciplina. Para qué habrá
dicho nada. En ese momento, el abuelo se ha apostado en el marco de la puerta,
apuntando con su arma, mientras que papá ha saltado hacia delante con el pico
que me ha arrebatado de las manos, como si hubiera un enemigo cerca. A duras
penas nos ha dado tiempo a asomarnos y ver cómo se pegaba un cabezazo contra la
bañera. ¡Boom! Entonces se han puesto a gritar los vecinos que iban a llamar a
la policía. Y así se ha acabado nuestra excursión. Eso sí. Papá nos ha
prometido que mañana iremos a la cocina.
IDEAL (La Cerradura), 29/03/2020