La
percepción de la corrupción en España no es muy distinta a la de otros países:
“Sólo quieren meterse dinero en el bolsillo”, me escribe una amiga argentina.
Y, lamentablemente, ése parece ser el mayor logro de los responsables públicos
a un lado y otro del charco: que los ciudadanos estemos convencidos de que son
corruptos. Y si esto no fuera España o América Latina –a la que nos parecemos
mucho más que a los países europeos, a pesar del TUE-, ésta sería una
conclusión demagógica. Pero la realidad es que en España los políticos sólo
dimiten cuando no tienen otra posibilidad. En los países nórdicos, a la mínima
sospecha sobre el honor personal, se deja el cargo público, incompatible con
los intereses personales. Pero aquí, sin necesidad de salir de la ciudad ni de
la provincia, lo normal es cruzar denuncias judiciales entre los alcaldes y la
oposición, tengan o no fundamento. Total, como lo que importa es el titular
periodístico, sea verdad o mentira, y el cargo público en cuestión no va a
dimitir aunque le vaya la vida en ello, pues les damos trabajo a los abogados y
a los jueces, que se ve que no tienen suficiente con los delitos probados y no
prescritos. Porque el argumento de mayor calado político que se utiliza es: “Y
tú más”. Y ya se han enterado Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, en cuyas vidas, pasadas,
presentes y futuras, bucean pescadores profesionales de la política, el derecho
y el periodismo, por lo que imagino que el espectáculo no ha hecho más que
empezar, y cada vez será mayor el espacio que dediquen los medios a sus
actividades profesionales y personales. También lo saben Francisco Cuenca o el
alcalde de Granada, José Torres Hurtado, y creo que tiene razón Juan García
Montero cuando denuncia precisamente la judicialización de la política,
convertida en un circo mediático. Pero de ahí a culpar del ictus del alcalde a
la oposición… Sin duda debe de ser estresante ejercer la política en Granada,
donde los partidos enarbolan banderas que terminan convirtiéndose en muros. Es lo
que ha ocurrido con el Centro García Lorca, del que, por ahora, sólo la fachada
podemos ver. En 2009 empezaron las obras, que iban a ser terminadas en quince
meses, como informaba Ángeles Peñalver en IDEAL esta semana. Y ya vamos por
sesenta. Pero menos mal que Estado, Junta, Diputación y Ayuntamiento están de
acuerdo en impulsar el proyecto. Qué gran virtud es la paciencia de la que
carecemos.
IDEAL
(La Cerradura), 7/12/2014
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