domingo, 21 de diciembre de 2014

Letras



Esta semana hemos celebrado el Día del Lector en Andalucía y, como otros escritores, he participado en las actividades organizadas por el Centro Andaluz de las Letras, cuyos programas para el fomento de la lectura deberían ser un modelo de la gestión cultural que puede hacerse en toda España. Yo estuve en la Biblioteca Pública “Miguel Hernández”, en Armilla, una localidad que ha dado demasiado que hablar por la especulación urbanística, pero que puede presumir de tener una biblioteca moderna en la calle Real, que gestionan admirablemente Práxedes, Lucía y Manuel, entre otras personas que contribuyen a regalar a su público unos ratos de paz. Me llamó la atención que todas las salas de las tres plantas del edificio estuvieran llenas. Había mucha gente estudiando, y también algunos jubilados aprovechando para leer los periódicos locales y nacionales con tranquilidad, una costumbre que podría librar a nuestra juventud del analfabetismo digital reinante. Y quizá sea eso lo mejor que puedan ofrecer las bibliotecas hoy día, pues son verdaderos templos de la cultura, refugios contra el bombardeo actual de información vacía. Porque la información sin reflexión no existe, y para reflexionar hace falta tiempo, pero también disponer de un espacio adecuado para ello. Es algo que deberían tener en cuenta los editores y los propios medios, pues sin duda el soporte utilizado para leer y escribir condiciona el contenido. Un ordenador no es lo mismo que una tablet, ni una tablet que un reader ebook, y el propio ebook no tiene nada que ver con el libro en papel. Leer un libro impreso requiere un aislamiento ajeno a las llamadas, a los pitidos del WhatsApp o a los avisos de mensajes, que interrumpen cualquier pensamiento elaborado. Coger un libro en papel es sostener un mundo completo en las manos, delimitado por la portada, los márgenes de las hojas, que al pasarlas te susurran cosas, con su olor y su tacto característicos. Lo mismo ocurre al hojear las páginas del diario impreso, con la tinta todavía fresca sobre el papel. Todos seríamos mejores si frecuentásemos las bibliotecas, más inteligentes y más libres, ante tanto cavernícola cibernético. Los lectores son supervivientes, verdaderos guardianes de la cultura y la democracia. Un día sin leer es un día perdido, y todos los días deberían ser días del lector. En “La biblioteca de Babel”, escribía Borges: “Nadie puede articular una sílaba que no esté llena de ternuras y temores; que no sea en alguno de esos lenguajes el nombre poderoso de un dios”. Feliz Navidad con bibliotecas y libros.
IDEAL (La Cerradura), 21/12/2014

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