En
el cómputo de las muertes que se producen cada año en España, deberían tenerse
en cuenta las ocurridas dentro de las doce millas del mar territorial, las de
esos cientos de seres humanos que tratan de alcanzar las costas de Almería o
Granada a los que llamamos inmigrantes, y que supuestamente ejercen el derecho
recogido en el artículo trece de la Declaración Universal de Derechos Humanos:
“Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en
el territorio de un Estado. 2. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier
país, incluso del propio, y a regresar a su país”. Es decir, que tienes derecho
a salir de tu país, pero nadie te garantiza que te acojan en otro, a no ser que
resultes útil como mano de obra en los invernaderos y en las construcciones que
se realizan en esas costas a las que estás dispuesto a llegar aun a riesgo de
perder la propia vida. Por lo que no existe tal derecho a la inmigración, sino
un derecho a emigrar a tierra de nadie: el mar. Y así, esta frontera natural se
ha convertido en un verdadero osario, ya sea de las personas que terminan
siendo pasto de los peces, o el de las urbanizaciones fantasmales y a medio
construir que jalonan el recorrido desde la Costa del Sol a la Costa Tropical.
Eso es lo que nos importa en España, y curiosamente es lo único que ve tanta
gente dispuesta a morir, deslumbrados por un sueño que no existe. Pero también
les ocurre a los miles de granadinos que se han visto obligados a emigrar de la
provincia en los últimos años, y a los que no creo que les consuele tener
derecho a volver. Si han sido más afortunados, no querrán hacerlo. Si les han
aceptado en un estado al que hayan podido llegar en avión o en tren y no en
patera, escondidos en un camión o andando, después de saltar una valla coronada
por cuchillas y alambre de espino. El derecho de asilo ampara a los perseguidos
por causas políticas, étnicas o religiosas, pero nada dice de las causas
económicas, aunque hoy día, términos como crisis sean igual de eufemísticos o
peyorativos. “La crisis 'expulsa' a 13.000 granadinos”, podíamos leer esta semana
en IDEAL, según informaba Antonio Sánchez. La economía es ya un demiurgo
equiparable a las dictaduras militares y religiosas. En España hemos padecido
ambas al precio de una, pero se ve que no hemos aprendido nada.
IDEAL
(La Cerradura), 14/12/2014
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