Las
calamidades sacan lo mejor y lo peor del ser humano, y mientras parte de la
población da todo lo que tiene –incluyendo la vida- por los demás, otros se
dedican a sacar partido de la desgracia ajena, cuando no a poner de manifiesto
en las redes sociales su estupidez congénita. Lo peor sobre el coronavirus ha
sido escuchar las frases de quienes le quitan importancia diciendo: “Sólo mata
a los viejos”, como si ellos no lo fueran, incluso esa pseudo modelo que afirmó
(sic) que “estaba harta de encontrarse momias por la calle”. Ella sí que es una
momia de solemnidad, como demuestran todas sus poses de descerebrada en
Instagram. Un ser inhumano. Ante el Covid-19 todos somos viejos, pues no
distingue entre edades, credos, ideas políticas o países. Quizá se trate de una
protesta de la madre naturaleza, aliviada con que esta pausa obligada haya
bajado los niveles de contaminación. Y acaso sirva también esta pandemia para
que nuestros políticos se pongan de acuerdo en lo básico, y para que el BCE y
las instituciones monetarias tomen medidas pensando por fin en los ciudadanos.
¿Hacía falta un coronavirus para eso? ¿Sólo prestamos atención a lo importante
cuando está en riesgo nuestra vida? ¿No lo estaba antes? Cada día nos jugamos
nuestra supervivencia, aunque sólo seamos conscientes de ello cuando sentimos
el peligro cerca. Entonces aparece el santo o el diablo interior. En USA,
además de las tonterías olímpicas de Donald Trump, el miedo al contagio ha
llevado a la gente no sólo a acabar con el papel higiénico en los
supermercados, sino a hacer largas colas en las armerías. “Ya tengo comida y
papel higiénico, ahora toca armas y municiones. Hay que estar preparado”,
dicen; porque ya imaginan a sus vecinos tratando de asaltar sus casas para
robarles la comida o comérselos vivos. La incultura es la peor distopía. Los
expertos afirman que después del virus el mundo no será igual. Habrá menos
consumo y menos trabajo, aunque la riqueza seguirá en las manos de siempre.
Según Santiago Niño Becerra, el trienio social será la renta básica, la
marihuana legalizada y el ocio gratis. Es decir, la gente alimentada, drogada y
entretenida, para que no se queje. Más o menos como estábamos antes. Y qué
curioso que el virus haya llegado cuando se anunciaba el colapso económico. Los
cambios serán ahora más rápidos. Y nosotros, con tal de llegar a viejos,
entregaremos gustosamente nuestra libertad. Si es que no lo habíamos hecho ya.
IDEAL (La Cerradura), 22/03/2020
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