El
nivel cultural y político de una sociedad se mide por los detalles: ese
conductor de la Rober que se salta los semáforos en rojo, el del coche que no
respeta los pasos de peatones, la mujer que permite que su perro orine en mitad
de la acera y que les ladre a los transeúntes, o esos políticos que llevan
décadas clamando ¡Granada, Granada, Granada!, pero que consienten que la ciudad
esté incomunicada. Si alguien les dijera al conductor de la Rober y al del
coche que son unos irresponsables, a la señora que eduque a su perro y al
político de turno que es un estafador, tal vez esto no ocurriría. La gente se
dice “¿para qué?”, y sigue su camino sin más. Pero puede ocurrir que el autobús
atropelle a un ciclista y el coche a un peatón, que a un anciano que paseaba
tranquilamente por la calle los ladridos del perro le provoquen un infarto, que
alguien que pensaba viajar a Granada en tren no pueda hacerlo y por coger el
coche tenga un accidente de tráfico. ¿Alguno se salva? Estando el contenido de este
artículo dentro del terreno de lo posible, podríamos decir que sí, pero como
soy yo quien lo escribe digo que no, y que tenemos al menos cuatro homicidios
imprudentes. Porque estas cosas suceden habitualmente, y si uno se aísla del
ruido mediático y se fija en lo concreto encuentra muchos datos para
preocuparse. ¿Lo son 220 días sin gobierno? Sin ninguna duda. Como también los
535 que lleva Granada sin comunicación ferroviaria o el millón ciento sesenta y
un mil parados que hay en Andalucía. Días en los que puede pasar cualquier
cosa, personas a las que les puede suceder cualquier cosa. Pero los seres
humanos solemos ser grandilocuentes y difusos. Así, para hablar de los
problemas políticos de Granada nos seguimos remontando a las luchas entre los
Zegríes y los Abencerrajes, para solucionar los problemas de comunicación
promovemos alianzas de ciudades que parecen alianzas de civilizaciones, para
disminuir el número de parados inventamos contratos basura y para gobernar este
país celebramos una, dos o tres elecciones, esperando entremedias a que se
celebren otras tantas elecciones autonómicas, pues se ve que si no conocemos
previamente el panorama político territorial no podemos tomar decisiones. Y lo
peor es que no se trata de un chiste, ni de una ilustración del día de la
marmota o de la teoría del eterno retorno. Pero oiga, ¿no podría ser usted más
concreto? Claro: “¡Vallahmo a poshas!”
IDEAL (La
Cerradura), 26/09/2016