Escribía
Ambrose Bierce que el juego es un pasatiempo en que el placer se debe
fundamentalmente a la contemplación de las pérdidas ajenas, y es también la
concepción que tienen algunos del interés público, pues confunden la cultura
con el turismo, la economía con la especulación. ¿No tiene Granada más
alicientes que la creación de un casino para incrementar las pernoctaciones de
turistas en la ciudad? Pues así lo creen los empresarios hosteleros y la Junta
de Andalucía, que pretende autorizar la construcción de uno en el centro de la
ciudad –convertida ya en una feria permanente de la tapa- o en el área
metropolitana, para ponerlo al lado tal vez del ese bodrio asfixiante y alienante
que es el Nevada Shopping. Y así fomentamos lo que hoy se entiende por ocio:
pasar el tiempo libre malgastando el dinero que tanto nos ha costado ganar en
las horas de trabajo, que es la mayor alegría que está dispuesta a concedernos
esta sociedad. ¿Se puede tener menos imaginación? ¿De las despedidas de soltero
y el botellódromo vamos a pasar a la ruleta rusa? Es verdad que Granada tiene
en común con Las Vegas la afición de algunos mafiosos a lucrarse con el mercado
inmobiliario, y quizá a la consejera de Hacienda y Administración de la Junta,
María Jesús Montero, le parezca bien un casino desde la perspectiva
recaudatoria (desde luego, es mejor gravar el juego que las sucesiones y
donaciones), pero esta iniciativa no deja de ser preocupante por lo que revela:
la idea que tienen nuestros empresarios y políticos del desarrollo económico de
una ciudad cuyos dos pilares son el patrimonio histórico y la universidad. Y
eso en un momento en que se trata de dar contenido al proyecto “Granada 2031”
para la capitalidad de la cultura europea, que puede identificarse con los
juegos de azar y el botellón institucionalizado. Pero es que lo de los casinos
tiene mucha tradición en Andalucía, aunque eran los años en que los frecuentaban
amos y caciques, algo que creíamos que había pasado a la historia. O tal vez
no. Pues también hay quien confunde la cultura con el caciquismo, y las
carreras artísticas con las carreras políticas. ¿A quién puede molestarle que
nombren a Pablo Heras Casado como nuevo director del Festival Internacional de
Música y Danza? Granada suele exportar talento, y deberíamos preguntarnos por
qué esos talentos, para desarrollarse, tienen que salir de aquí. Tal vez sea porque
confundimos la cultura con el mamoneo y los museos con los casinos.
IDEAL (La
Cerradura), 26/02/2017
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