La
vieja Europa está perdiendo la sonrisa. Sus ciudadanos, abrumados por las
circunstancias, ceden al pánico y están dispuestos a votar a los extremistas,
que prometen seguridad y blindar las fronteras. Quizá lo piensen los vecinos
del barrio La Chana, donde vivían Choukri E.H. y Sara V.Z., condenados por la
Audiencia Nacional a seis años de prisión por compartir las tesis del Daesh y
tratar de unirse al Estado Islámico en Siria, según informaba Yenalia Huertas
en IDEAL esta semana. El presidente de la comunidad donde vivía la pareja mostraba
su estupor al pensar en sus vecinos: “No da miedo, da pánico”. Pero uno nunca
sabe lo que piensa realmente quien tienes a tu lado, y cualquier persona es
capaz de lo peor si la ponen en las circunstancias adecuadas. Y quizá eso es lo
que deba preocuparnos. Porque los extremismos nacen de las crisis sociales, y
es mucho más fácil que te conviertas en un fanático si tienes problemas en
casa. Nos admiran los mensajes que Choukri enviaba a sus hermanos: “Las cabezas
se cortan fácilmente, como si fueran un pollito”; pero uno pasa la página y se
encuentra con la noticia de que un hombre ha degollado a su expareja, o que el
90% de los chicos justifica la violencia sexual y que el 40% de las chicas ha
sufrido agresiones sexuales. Sin embargo, en una sociedad que desprecia la
educación y la cultura (sólo hay ver las partidas que las Administraciones les
dedican en los presupuestos para comprobarlo) nada de esto debería
sorprendernos, independientemente de la nacionalidad de los ciudadanos. ¿Estamos
construyendo una sociedad más justa? El poco respeto por la dignidad humana en
un país con una tasa de paro de casi el 23% (el 30% en Andalucía) y donde el
Gobierno presume de gestión económica es manifiesto, y los muros que ya hay en
nuestras fronteras apenas contienen un sueño que se desmorona. Los yihadistas
asesinan en el nombre de Dios y se consideran a sí mismos mártires, pero
también las sociedades europeas sacrifican a parte de sus miembros en nombre de
la salud de la economía, ese eufemismo que parece ser la única razón válida hoy
para justificar la democracia. Nos preocupa el voto extremista en Estados
Unidos, Gran Bretaña, previsiblemente en Francia, y alertamos de los peligros
que esto entraña. Pero ¿cómo van a votar los ciudadanos por la integración si
sienten que su sociedad se desintegra? Lo que hacen es proteger lo que les
queda al grito de: “¡Extremista el último!”
IDEAL (La
Cerradura), 5/03/2017
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