domingo, 5 de marzo de 2017

Extremistas

La vieja Europa está perdiendo la sonrisa. Sus ciudadanos, abrumados por las circunstancias, ceden al pánico y están dispuestos a votar a los extremistas, que prometen seguridad y blindar las fronteras. Quizá lo piensen los vecinos del barrio La Chana, donde vivían Choukri E.H. y Sara V.Z., condenados por la Audiencia Nacional a seis años de prisión por compartir las tesis del Daesh y tratar de unirse al Estado Islámico en Siria, según informaba Yenalia Huertas en IDEAL esta semana. El presidente de la comunidad donde vivía la pareja mostraba su estupor al pensar en sus vecinos: “No da miedo, da pánico”. Pero uno nunca sabe lo que piensa realmente quien tienes a tu lado, y cualquier persona es capaz de lo peor si la ponen en las circunstancias adecuadas. Y quizá eso es lo que deba preocuparnos. Porque los extremismos nacen de las crisis sociales, y es mucho más fácil que te conviertas en un fanático si tienes problemas en casa. Nos admiran los mensajes que Choukri enviaba a sus hermanos: “Las cabezas se cortan fácilmente, como si fueran un pollito”; pero uno pasa la página y se encuentra con la noticia de que un hombre ha degollado a su expareja, o que el 90% de los chicos justifica la violencia sexual y que el 40% de las chicas ha sufrido agresiones sexuales. Sin embargo, en una sociedad que desprecia la educación y la cultura (sólo hay ver las partidas que las Administraciones les dedican en los presupuestos para comprobarlo) nada de esto debería sorprendernos, independientemente de la nacionalidad de los ciudadanos. ¿Estamos construyendo una sociedad más justa? El poco respeto por la dignidad humana en un país con una tasa de paro de casi el 23% (el 30% en Andalucía) y donde el Gobierno presume de gestión económica es manifiesto, y los muros que ya hay en nuestras fronteras apenas contienen un sueño que se desmorona. Los yihadistas asesinan en el nombre de Dios y se consideran a sí mismos mártires, pero también las sociedades europeas sacrifican a parte de sus miembros en nombre de la salud de la economía, ese eufemismo que parece ser la única razón válida hoy para justificar la democracia. Nos preocupa el voto extremista en Estados Unidos, Gran Bretaña, previsiblemente en Francia, y alertamos de los peligros que esto entraña. Pero ¿cómo van a votar los ciudadanos por la integración si sienten que su sociedad se desintegra? Lo que hacen es proteger lo que les queda al grito de: “¡Extremista el último!”

IDEAL (La Cerradura), 5/03/2017

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