lunes, 12 de mayo de 2025

Bajo tierra

En el aeropuerto de Barajas viven unas cuatrocientas personas sin hogar, que han sido ubicadas en un sótano para que no molesten a los viajeros. Es algo común en otros aeropuertos españoles, como el de Málaga. Si en Granada no ocurre es por su difícil acceso, como tantas cosas en esta ciudad. La gente acude a dormir a un lugar de tránsito, tierra de nadie, salvo de las chinches, una plaga de la que culpan a los sintecho. Sólo el día del apagón, cuando muchos viajeros tuvieron que pernoctar también en el aeropuerto, unos y otros se encontraron en la misma orilla social. La anormalidad normaliza a los pobres. En una distopía, todos somos iguales. Dentro de poco lucharemos hombro con hombro contra zombis que echen bilis por la boca. Quizá a eso se refiera el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, cuando afirma que “el futuro será verde o no será”. Podría haber dicho que será rojo o azul, tanto da. Lo que no dio fueron explicaciones sobre la caída de la red eléctrica en una semana en la que tampoco ha funcionado bien el transporte público. Juan Manuel Moreno ha reprochado al Gobierno las deficiencias de las conexiones ferroviarias en Andalucía, el PSOE ha reprochado al PP que utilice las emergencias nacionales para hacer política, el PP ha dicho que el PSOE es la causa de todas las emergencias y los ciudadanos han pasado de seguir viendo el partido de tenis, que ya les aburría. Lo que molesta es el tono paternalista, “el será o no será”, porque eso lo decidirán los ciudadanos, que están hartos de incompetentes que no aciertan a gobernar ni en su casa. “¿Es que no hay café? ¡Sabotaje!” “¿Has mirado bien, cariñín? Si lo tienes delante de las narices. ¿Dónde tendrás los ojos?” (Fin del sketch.) Así que no me extraña que haya ciudadanos que se escondan bajo tierra. A falta de un aeropuerto accesible, hay quien se construye un búnker que llenará de radios, pilas, generadores eléctricos, gasolina, papel higiénico y unas cuantas cajas de cerveza Alhambra. Total, si no se acaba el mundo, siempre podemos hacer una fiesta. Y si se acaba, también. Vivimos en el país de Jauja, que no siempre es el de la carcajada. Que se lo digan a los cientos de personas que han escondido en el sótano del aeropuerto de Barajas para que se las coman las chinches y no las vean los turistas que insensatamente viajan a España, tierra de zombis, sabotajes y oscuridad.

IDEAL (La Cerradura), 11/05/2025

lunes, 5 de mayo de 2025

Luz

Que días después de un apagón que nos devolvió durante unas horas a la Edad Media no sepamos todavía las causas del siniestro resulta inexplicable. Como que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no descarte un ciberataque y que lo desmienta Red Eléctrica Española. Las empresas no saben por qué saltaron los plomos en la península ibérica. O, si lo saben, lo callan. Cree solo la mitad de lo que ves y nada de lo que oyes, decía el sabio. Y la gente se lanzó a las tiendas para comprar radios a pilas y velas, mientras se improvisaban las reuniones alrededor del vecino que tenía un transistor. Volvemos a la época analógica y nos tomamos en serio las recomendaciones de Úrsula von der Leyen. ¿Estamos preparados para el próximo cataclismo? Pero, para algunas personas, la jornada del apagón fue un día normal. En los centros de salud de los barrios de Almanjáyar o Cartuja, y en muchas casas del distrito norte de Granada, donde los cortes de luz son habituales. También en otros barrios marginales de tantas ciudades de España donde se usan generadores para la producción de energía eléctrica. Y empieza a ser común que se utilicen placas solares para el autoabastecimiento, desconectadas de la red. Se trata de algo más que desconfianza en un mercado de energía especulativo y abusivo. Me imagino que a eso se debe la desaparición de 15 gigavatios de la red eléctrica y el colapso y la desconexión del sistema. Faltó generar la suficiente energía para cubrir la demanda en un día en que cinco de los grupos nucleares estaban desconectados. Y ni los molinos de viento ni las plantas fotovoltaicas pudieron compensar esa carencia. ¡Con Franco no pasaba esto!, decían los de siempre en las redes sociales. Y quizá echaban de menos también los embalses, las centrales térmicas y nucleares que nos hemos apresurado a destruir para convertirnos en un país verde, aunque pretender que toda la energía sea renovable parece una quimera. ¿De qué se va a alimentar la inteligencia artificial? ¿De plantas de embriones humanos clonados y transformados en pilas, como ocurría en “Matrix”? En este mundo de perfección tecnológica y donde todos nuestros datos están en la nube, somos más frágiles que nunca. Pero, a falta de móvil, algunos redescubrieron la alegría de pasar una tarde en familia ante un juego de mesa iluminado por velas. Quizá nos baste con esto en medio de la oscuridad. Y que, como Goethe, pidamos: “¡Luz, más luz!” Nos gustaría ver más claro.

IDEAL (La Cerradura), 4/05/2025