domingo, 13 de agosto de 2017

Película de terror

En los paseíllos universitarios hay un nuevo habitante: silencioso y largo como una serpiente blanca, roja y verde, de ojos amarillos y extraños gnomos visibles en el interior de la cabeza. Cuando menos te lo esperas, aparece, reptante, mientras hace sonar las campanas de la muerte. Es lo que piensan los corredores y las parejas de ancianos que llevan décadas dando la vuelta de honor por esos jardines: “No, si al final me va a atropellar el puto metro”. Porque el metro ha llegado, sí, aunque sólo sea para interrumpir el ejercicio matinal y el deambular de perros y gatos. Al parecer, no había otro lugar para que pasaran las vías del destino, y puestos a cargarse uno de los pocos espacios verdes que existen en la ciudad, ya hay quien piensa en levantar en el campo de rugby otra muralla de edificios. ¿Cómo se convierten los espacios públicos en el decorado de una película de terror? Cualquier ciudad histórica que se precie tiene un plan urbanístico a la medida de su patrimonio, pero Granada se mueve a golpe de iluminados que aceptan pisos en el Paseo del Salón a cambio de licencias, recalificaciones por áticos en el centro, o tan sólo una foto con los vecinos del barrio por el título de marqués del Ave Soterrado. Total, si luego te premian con la presidencia de una Caja o te renuevan la confianza en el partido hasta que te la quiten los tribunales. Quizá tenga algo que ver con la condición de Reino de Granada que tanto nos gusta recordar el que nuestros alcaldes tiendan a comportarse como reyezuelos que hubieran recibido una maldición de la madre de Boabdil y otra de los Reyes Católicos. Esa cosa esotérica que se llama efectivamente como usted está pensando y que es la piedra angular del ser granadino, una especie de súcubo creado por la confluencia de las tres culturas milenarias y la ausencia de una cultura contemporánea, de andar por casa. Así aparecen esos otros extraños seres que recorren las calles para darte sustos de muerte, aunque no estén inaugurados oficialmente. Es como una pesadilla de Alex de la Iglesia, que lo mismo podría solucionarse con un nuevo Plan de Ordenación Urbana elaborado por expertos y pactado por todas las fuerzas políticas. ¿Es mucho pedir? Si no es posible, acaso habría que llevarse al arzobispo al próximo pleno municipal para practicar un exorcismo. Y a lo que salga –¿el demonio Malafollá?- le hacemos una estatua en la plaza del Carmen. Para atraer más turistas, claro.

IDEAL (La Cerradura, 13/08/2017)

No hay comentarios:

Publicar un comentario