Actualmente,
el lenguaje universal es la tecnología. Los inmigrantes africanos llegan a
España sin ropa y sin nombre, pero con móvil, para conectarse entre sí y con
sus familiares. Si es en wolof o en mandinga no importa, vivimos en un mundo
tan cínico que es más importante poder chatear que morirse de hambre. Por eso
hay oenegés que se preocupan de que existan Apps accesibles con información
básica sobre nuestro idioma, normativa y costumbres, aunque las Administraciones
sigan en la inopia, discutiendo si hay que poner o no una tasa al turismo. Que
en el casco urbano haya cada vez más casas ocupadas o gente durmiendo en las
calles, parece ser algo secundario, como que un alto porcentaje de la población
–cada vez más alto- sean personas que han nacido en otros países, y que si no
entienden el idioma mucho menos entenderán las veleidades políticas. En una
semana en la que tanto se hablaba de la turismofobia y cuando algunos
descerebrados identificaban a turistas con terroristas, el yihadismo nos ha
recordado en Cataluña quién es el verdadero enemigo de nuestras sociedades y
cuáles son los problemas que deben afrontar nuestras Administraciones públicas.
La política de prevención debe combinar una política social y una política de
seguridad. Pero da la sensación de que las instituciones siguen pensado que la
inmigración es un mero problema coyuntural, mientras que, en lo que se refiere
a la seguridad, ha resultado penoso escuchar cómo se reclamaban competencias
internacionales para los Mossos de Esquadra en vez de una mayor coordinación
con la Policía Nacional y con la Guardia Civil, que es algo que exige el más
mínimo sentido común. El mundo ha cambiado, pero se ve que aún no nos hemos
dado cuenta. Nos preocupan los números y las estadísticas, pero no entramos en
el fondo del asunto. Ante las imágenes de los cadáveres en las Ramblas de
Barcelona, las redes sociales se han llenado de insultos y gritos de quienes
piden la expulsión de todos los árabes de nuestras ciudades. Sin embargo, basta
darse una vuelta por las tiendas de las grandes firmas comerciales para
comprender que estas piensan en un tipo de cliente multirracial y
multicultural, pues así son ya nuestras sociedades. Y lo que hay que defender
no es la democracia, que en sí misma no es nada, sino la aplicación de la ley,
que es la expresión de la democracia. Ésa es la única fuerza de las sociedades
democráticas.
IDEAL (La
Cerradura), 20/08/2017
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