El
ascenso del Granada a la primera división del fútbol español hace más
interesante conocer al próximo inquilino de la alcaldía, pues le dota de
atributos redondos como un balón. ¡Pero qué bien va a quedar en el palco con
Florentino Pérez! Me consta que esto ha hecho cambiar la estrategia de los
partidos y la actitud de los candidatos. Ahora tienen unas energías renovadas
para negociar, casi tantas como las de los hinchas del equipo nazarí, que
todavía andan celebrando la gesta del presidente John Jiang y de unos jugadores
que no nos importa de dónde sean, porque ahora son más granaínos que Chorrojumo.
Chorrojumo, rey de los gitanos y señor de los bosques de la Alhambra, murió
fulminado por un rayo cuando subía por la cuesta de los palacios. El hombre era
un buscavidas, y lo mismo que posaba para Mario Fortuny, vendía a los turistas
postales con su retrato. Todo, para no ejercer de herrador. Algo parecido a lo
que hacen nuestros políticos actualmente, que suelen dejar la política para las
redes sociales, aunque luego demasiados proyectos se queden vacíos de
contenido. John Jiang también sería un buen candidato a la alcaldía, pues ha
conseguido que la euforia de los hinchas granadinos haya durado casi una
semana. Y qué decir de Diego Martínez Penas. Si nos tomásemos la política tan
en serio como el fútbol, Granada, como ciudad, ascendería también de categoría.
En este mes de junio, marcaremos el día 5 y el día 26 para la historia, pues
los hinchas podrán subirse en el AVE para tomar las capitales europeas antes de
que el equipo gane la Champions League, que todo se andará. Visto, lo visto, lo
mejor será llorar un poco, para compensar. Y para ello, lo mejor es dirigir la
imaginación hacia uno mismo, como diría Cortázar, y si esto nos resulta
imposible por haber contraído el hábito de creer en el mudo exterior, pensemos
en Sebastián Pérez, a quien probablemente Onofre Miralles aparte de la
alcaldía. Porque no creo que el concejal electo de VOX apoye a quien acaba de
denunciar por revelar datos de carácter personal. Y es que el resultado de un
partido no se sabe hasta que el árbitro pita el final. ¿Dónde es más arriesgado
convertirse en árbitro, en el fútbol o en la política? En los dos ámbitos
siempre hay jugadores traicioneros, dispuestos a amañar un resultado. Ante la
duda, mejor creer en el Granada. Como diría Diego Martínez, lo hicimos porque
no sabíamos que era imposible.
IDEAL (La Cerradura), 9/6/2019
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