Lo
que probablemente desazona más a los ciudadanos es observar el aburrimiento de
nuestros políticos, sobre todo cuando estos ocupan cargos de responsabilidad,
que conllevan como si fueran una carga, cuando nadie les ha obligado a aceptarlos,
sino que normalmente los han alcanzado después de guerras intestinas, batallas
dialécticas, chantajes ideológicos… Y al fin llegan al cargo y se preguntan:
“¿Para qué?” Pues para proclamar una huelga de juguetes, como el ministro de Consumo,
Alberto Garzón, que ha considerado necesario gastar 82.000 euros del
presupuesto público en un vídeo infantiloide, casi tanto como el tono con el
que explicaba la necesidad del despilfarro ante los medios. Lo del tono
infantil para dirigirse al público debe de haberlo aprendido del presidente del
Gobierno, Pedro Sánchez, pero cuando lo oímos a los ciudadanos se nos queda la
misma cara que a los niños cuando ven a un adulto haciendo tonterías y
utilizando expresiones indescifrables para llamar su atención. “¿Qué le pasa a
este en la boca?” Pues que ha declarado una huelga de juguetes para hoy, 12 de
diciembre, domingo. ¿No podría ser el lunes? ¿Incluye la huelga a los juguetes
políticos? Porque el vídeo está más bien dirigido a los padres, que seguro que
estarán encantados con no ser sexistas a la hora de comprar juguetes a sus
hijos –la mayoría no lo es-, pero que no pueden hacer un solo día de huelga
para educarlos. “¡Jugar no tiene género!” Pues no. “Nosotros, aunque seamos de
plástico o de peluche, también tenemos nuestro corazoncito”, nos dice una
“khaleesi” desde la tribuna. Uno empieza a sentir la boca pastosa, la lengua
dormida, como si a un mismo tiempo estuviera masticando miel y algodón de
azúcar. Carne no, claro, que ya nos dijo el señor ministro que era mala para la
salud. Si se sumase todo el dinero de las campañas publicitarias que se han
proyectado en los distintos ministerios para llamar la atención de los votantes
–que no ya ciudadanos- y que sean comentadas en las redes sociales, que es de
lo que se trata, quizá se tendrían recursos suficientes para compensar la
subida del recibo de la luz de las familias más necesitadas o asegurar una
comida caliente en invierno a miles de sin techo. Pero así estamos,
confundiendo el comunismo con el consumismo. “Juguetes del mundo. Llevamos años
soportando que nos encasillen, que nos digan que sólo fuimos creados para…” El
caso es que hoy ni los juguetes ni los niños pueden jugar, pero nuestros
políticos sí. Y con el dinero público.
IDEAL (La Cerradura), 12/12/2021
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