Pues resulta que después de tanta tralla mediática, la AEAT sólo ha
reprochado al rey emérito el impago del Impuesto sobre Sucesiones y Donaciones
por el regalo de tres escopetas de caza. Valían más de 100.000 euros, eso sí,
pero como la cuota ascendía a poco más de 30.000, no hay delito fiscal, sino
“sólo” una sanción tributaria. Peccata minuta para don Juan Carlos, que se ve que
tiene amigos hasta en el infierno. Aunque, éste en concreto, Álvaro de Orleans-Borbón,
al parecer es su primo (y su testaferro, y su hombre de paja...), y reside en Mónaco.
Pero el empresario mejicano Allen Sanginés-Krause le dio al emérito 900.000
euros, y la fundación Zagatka, también fundada por Álvaro de Orleans, hombre
desprendido donde los haya, le pagó vuelos y viajes por valor de 4.416.757,46
euros. ¡Qué alegría! Todo ha sido regularizado ante los funcionarios de la
AEAT, donde quizá haya alguien preocupado por la declaración que usted ha hecho
este año, sudando la gota gorda y contando cada céntimo, pues es una operación
tan delicada como desactivar una bomba, en este caso la bomba fiscal, que se
van pasando nuestros políticos de mano en mano antes de que explote como una
nueva reforma del sistema tributario. ¿Pagarán por fin las rentas más altas sin
que ningún hacendado se rasgue las vestiduras? El principio de capacidad
económica debe de estar en la Constitución para algo, pero aquí en España se
lleva más contribuir según la cara dura, que suele tener la forma de sociedad
anónima con domicilio en un paraíso fiscal. ¡Oh, madre Hacienda, líbranos de
los territorios “offshore”! Si así fuera, lo mismo desaparecerían las clases nobiliarias
y empresariales occidentales y todo sería clase media, para variar. Sin
embargo, como ilustra el libro blanco para la reforma tributaria, las
desigualdades en el reparto de riqueza han aumentado en nuestro país, con un
empobrecimiento de la renta neta de los hogares. Es decir, que los ricos son
más ricos y los pobres aún más pobres, nada que no ocurriera antes. Sólo los
que tienen dinero lo desprecian o lo confunden con los malos sentimientos. En
fin, que estamos en plena campaña de la renta y contribuimos con alegría, casi
tanta como mostró el rey emérito en su reciente visita a España. Quién nos iba
a decir que la monarquía española quedaría reducida a una declaración del IRPF.
Anoche, entre películas Marvel y tragedias futbolísticas, visualicé la muerte
del capitán AEAT. Eso sí que sería una hecatombe para la Hacienda pública.
IDEAL (La Cerradura), 12/06/2022
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