Las
llamadas de la extrema derecha a tomar Torre Pacheco “para recuperar” España
darían risa si no provocaran exclusión y violencia y revelaran el bajo nivel
cultural de parte de nuestros votantes más jóvenes, dispuestos a apoyar a Vox,
el partido que más crece en las encuestas. Aquí no valen las medias tintas. O
se defienden los derechos humanos y las libertades públicas por encima de
cualquier prejuicio o no. El PP, al ponerse de perfil, sólo alienta a que le
adelanten por la derecha. Si a eso le sumamos la crisis de la clase media, los
problemas de la vivienda y para encontrar trabajo y los casos de corrupción a
un lado y otro del arco parlamentario, nos encontramos con algunas de las
razones que llevan a que los ciudadanos apoyen las opciones más extremas. PSOE
y PP están cavando su tumba electoral, y si no aparecen otros líderes con
sentido de Estado y capaces de llegar a acuerdos, lo que acaso esté en peligro
sea el propio sistema democrático. La gente tiene la sensación de que se está
jugando con la idea de España, por lo que está dispuesta a romper la baraja. Cualquier
problema vecinal puede plantearse desde una óptica demagógica y aprovechar para
despertar el odio al inmigrante. Quizá haya que invertir más en educación y en
políticas sociales que amenazar con deportar a nadie. Cuando los presuntamente
moderados copian a los radicales, los ciudadanos eligen a los radicales. ¿Quién
tiene una idea de España? Si los dos grandes partidos no dan un giro a sus
propuestas y empiezan a hablar de solidaridad entre las comunidades autónomas,
de la prestación de los mismos servicios públicos en todo el territorio español
y de la limpieza de las instituciones y de sus propias organizaciones, van a
ser barridos del mapa. Porque los radicales llaman a cortar cabezas, pero hay
otras cabezas visibles que cortar. Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo
deberían dejar paso a otros líderes menos quemados en la hoguera de las vanidades
políticas, pues sólo han fomentado el enfrentamiento y la pesadilla de las dos
Españas. Pero no hay versos sueltos en el PSOE y el PP, partidos que no parecen
ser hijos de la transición, sino de una dictadura orgánica sólo preocupada por
el mantenimiento del poder y del tráfico de influencias. No vale con apelar al
miedo a la ultraderecha. A falta de buenas cabezas políticas, ya son muchos los
que las prefieren rapadas. Nos conformaríamos con que las tuvieran redondas y
no cuadradas.
IDEAL (La Cerradura), 27/07/2025
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