El
mes de mayo trae alegría a las ciudades, cansadas de crisis y cifras
económicas. Los ciudadanos se contienen a diario, miden las salidas y el gasto,
pero la llegada de las fiestas y el buen tiempo logra que se lancen a las
calles con ansiedad. Los bares y las playas se desbordan, y los hosteleros
hablan de récords de turismo, “las mejores cifras en diez años”. Pero hace diez
años usted y yo, como casi todos (los hay que previeron e indujeron la debacle
y hoy son más ricos que nunca) vivíamos en la inopia. Pobres españoles
convertidos en ricos europeos. Pobres africanos convertidos en ciudadanos
españoles. Sudamericanos descendientes de exiliados españoles que pretendían
vivir como europeos. Una chapuza económica basada en la locura inmobiliaria que
ha devorado los litorales y transformado las ciudades en un inmenso suburbio en
pleno siglo XXI. Pero ya no, o no ahora mismo, porque nos negamos en redondo a
aceptarlo. Me gusta repetir el comienzo de las “Variaciones temporales” de
Rafael Guillén: “El presente es recuerdo y el futuro es pasado, el mañana es
ahora y el ayer es mañana, el hoy es un después y el pasado es ahora”. Qué
magnífica definición del tiempo, pero también de la alegría y de la
especulación económica. Porque según quién conteste a las preguntas,
empresarios y políticos parecen hablar del presente, del pasado o del futuro.
“La poesía, como dios, como el amor, es sólo fe”, escribía Juan Ramón Jiménez.
Lástima que no puedan cambiarse de este modo los números rojos de la cuenta
corriente. Es que se trata de microeconomía, como los sobres que “en su puta
vida” ha recibido la vicepresidenta del Gobierno. ¡Lo que hay que oír! Las
cifras macroeconómicas son otras, según aseguran Luis de Guindos y Mariano
Rajoy. ¿Por qué no descienden entonces a lo concreto? Es lo que les ha pedido
esta semana el rector de la UGR, Francisco González Lodeiro, junto con el resto
de los rectores de las universidades españolas. Si es verdad que se ha acabado
la crisis, que vuelvan a invertir en becas, en investigación, en la educación
de sus ciudadanos. Y se lo han pedido también miles de extrabajadores en
Granada este primero de mayo: “Sin empleo de calidad no hay recuperación. Más
cohesión social para más democracia”. Pero me temo que esto no les interesa a
nuestros políticos, demasiado acostumbrados a transformar la realidad únicamente
repitiendo las mismas mentiras una y otra vez. No les escuchamos. ¿Una puta
vida? ¡Anda ya! ¡Alegría!
IDEAL
(La Cerradura), 4/05/2014
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