Más
que la virulencia del ébola, me sorprende lo rápido que se transmite nuestra
insensatez, desde el personal sanitario que se manifiesta a las puertas de los
hospitales, cuando deberían ser los primeros en calmar a los ciudadanos, hasta
los animalistas que no dudan en pedir la muerte de Ana Mato y Mariano Rajoy en
las redes sociales por haber “asesinado” al perro Excalibur. Supongo que el
pobre perro murió porque constituía un riesgo y no se sabía muy bien qué hacer
con él en un contexto de emergencia sanitaria. Como, por lo visto, tampoco se
sabía muy bien qué hacer con los enfermos y concretamente con la auxiliar de
enfermería Teresa Romero, a la que veladamente se ha acusado de cometer una
negligencia, y eso que se encuentra en estado crítico. Y de esto precisamente
se queja con razón el personal sanitario, y también de no recibir la formación
adecuada y de carecer de los medios necesarios para ejercer su trabajo. Pues
claro. Para esto sirven los recortes. Y habría que recordarle al Gobierno que
la sanidad española “era” de las mejores del mundo, pero que, lamentablemente,
ya no lo es. Entre otras cosas, gracias a su gestión y a la gestión de la sanidad
en la Comunidad de Madrid, donde se pretendía privatizar los hospitales y
subastar, si hubiera sido posible, los trajes de aislamiento. La realidad es
que aquí estamos preocupados únicamente por ajustar las cuentas y esta
situación no se había previsto, porque ése era un “problema de África”, donde centenares
de personas mueren diariamente a causa del ébola y no pasa absolutamente nada. Y
allí hay muchos médicos y enfermeras trabajando que no se contagian, aunque
tengan que enterrar los cadáveres con sus propias manos. Simplemente porque
tienen los medios y la formación adecuados. Así que los gobiernos occidentales
deberían hacer menos aspavientos y afrontar el problema en el continente
africano, si es que de verdad les importan las vidas de los seres humanos. Y no
dejar que se mueran los “pobres negros”
como se ha tenido que sacrificar al “pobre perro”. Pero qué hipócritas somos
todos, gobiernos y ciudadanos. Pues mientras los responsables públicos se ponen
el parche antes y después de la herida, y culpan a quien haga falta (enfermos o
moribundos) para derivar su responsabilidad, los demás se dedican a soltar
bulos por las redes sociales para librarse de unas horas de clase o para crear
el pánico, es decir, por pura maldad. Al parecer, la peor plaga somos nosotros.
IDEAL
(La Cerradura), 12/10/2014
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