En
verano el calor nos obliga a relajarnos, y podemos caer en la tentación de
creer que la realidad política es lenta y soporífera, un juego de buenos y
malos. Según donde miremos, los medios de comunicación nos presentan a Alexis
Tsipras como un héroe o un villano, aunque más bien parece un cínico que lidia
con los acreedores y el pueblo griego como si fueran piezas de ajedrez, o tal
vez los personajes de Juego de Tronos. ¿Votamos sí para permanecer en la Unión
Europea? ¿Votamos no para salirnos del euro? “Se trata de votar no para
permanecer en el euro”, explica Tsipras, que pretende trasladar a los
ciudadanos esa forma confusa que tienen de ver la realidad algunos políticos,
diciendo y haciendo lo contrario de lo que se piensa, o pensando lo contrario
de lo que se hace, o haciendo en función de lo que hace o dice el contrario o
de lo que creemos que piensa, aunque nosotros no tengamos nada claro lo que
pensamos, porque todo lo hacemos “en función de” o “según qué”. Y es una
lástima que esta gente se dedique a la política. Sería mejor que se pasaran
toda la vida analizando Juego de Tronos y jugando en la consola al Estratego,
pero sin jorobar a la gente. A esos pensionistas que tienen que mendigar su
pensión o a los padres que temen que mañana no puedan alimentar a sus hijos.
Porque lo que nos duele es el bolsillo, como sabe muy bien Mariano Rajoy, que
ha inaugurado la campaña electoral adelantando seis meses la rebaja de tipos
del IRPF. El presidente del Gobierno está convencido de que la política es un
sinónimo de economía, y que el ciudadano sólo la entiende cuando realiza la
declaración de la renta. Y no es que sea una mala manera de entender la gestión
pública, pero se olvida de otros componentes como las ideas, que aún llevan a
la gente a votar. Más bien parece que confía en que nos olvidemos de “ese
señor” que se llama Luis Bárcenas y que asegura que el propio presidente
recibió donativos de empresarios especialmente interesados en su gestión. Pero
esto es algo más que un juego entre buenos y malos. Alemania parece haber
olvidado también la generosidad con la que se le perdonaron sus deudas en el
siglo XX y que permitió construir la actual Europa. De nada sirven las
instituciones y las políticas si no persiguen el bienestar de los ciudadanos
españoles, alemanes o griegos.
IDEAL
(La Cerradura), 5/07/2015
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