La
pobreza cultural de la sociedad contemporánea se refleja en las iniciativas de
algunas ciudades andaluzas, dispuestas a hacer buenas las palabras de Alberti: ¿Tantas cosas han muerto, que no hay más que
museos? Lo piensa Rogelio López Cuenca (http://www.lopezcuenca.com/) que,
muy al contrario, cree en una ciudad viva, en permanente construcción. Lo
demuestran sus proyectos: Mapa de México,
Mapa de Roma, Valparaíso, Ciudad Picasso,
Historia de dos ciudades, Nerja Once, o los libros Efigies y Fantasmas, guía monumental de
Huelva (Diputación de Huelva) realizado con Elo Vega, y Málaga 1936. Las obras de López Cuenca
podemos encontrárnoslas en los espacios públicos de Nueva York, en la Galería
Juana de Aizpuru, de Madrid, en la Fundación Joan Miró, en el Centro de Arte
Contemporáneo de Sevilla o en el Centro de Arte Reina Sofía, pero él siente
debilidad por mostrar también esas obras de arte que uno puede apreciar en
mitad de la calle.
¿Se
puede reinventar una ciudad sumando un Museo Picasso, un Museo Carmen Thyssen,
un Centro Pompidou, una filial del Museo Estatal de Arte Ruso de San
Petersburgo y un Centro de Arte Contemporáneo? En Ciudad Picasso, López Cuenca habla del “milagro” por el cual una
ciudad periférica y en decadencia se transforma en un lapso de tiempo
inusitadamente breve en una ciudad “global” y “cultural”, y se convierte en un
destacado destino turístico: “Y todo
a partir del aterrizaje de un museo que, a modo de nave nodriza procedente de
otra civilización, se configura como el eje central de una extraordinaria
metamorfosis urbanística, económica, cultural y social, dando lugar al
nacimiento de un sentimiento de autocomplacencia y cohesión identitaria que
sería el sueño de cualquier dirigente político”. Bajo esa perspectiva, el museo
pertenece a la misma categoría que los hoteles o los restaurantes de lujo,
incluso la misma ciudad funciona como una empresa, con su marca comercial:
Picasso Málaga, o “Málaga, donde la cultura es capital”, lema con el que acudió
a Fitur 2015.
Y
es que construir una marca parece algo ineludible cuando las ciudades compiten
por atraer el mayor número de turistas, única manera de valorar hoy día la
cultura y el ocio. Como dice López Cuenca, “estos museos no tienen como objetivo
satisfacer necesidad alguna de la ciudadanía, sino generar beneficio económico,
extrayéndolo del flujo turístico”. Así, el museo habría renunciado a su
finalidad educativa, convirtiéndose en una franquicia de marcas culturales que
ofrecen a sus filiales aquellos fondos que no se exponen en la casa madre. El
discurso artístico se revela como un discurso ideológico cuando conversamos con
Rogelio López Cuenca, en cuyas obras se mezclan la fotografía, el cine, la
pintura, la escultura y la literatura con una fuerza arrolladora y transformadora
de la sociedad, opuesta a la concepción de la cultura como negocio.
Lo
evidencian dos proyectos en proceso: El
paraíso de los extraños, donde analiza la construcción de la imagen del
mundo árabe-islámico en occidente, y Gitanos
de papel, realizado con Elo Vega, donde mediante publicaciones, cursos,
talleres y exposiciones, se aborda el rol de la comunidad gitana en el imaginario
occidental, europeo y especialmente español y andaluz. Quizá el arte carezca de
una definición, pero Rogelio López Cuenca es un artista comprometido consigo
mismo, con su ciudad y con su tiempo. Ante sus obras, somos algo más que
espectadores.
El
Mundo Andalucía (Viajero del tiempo), 3/07/2015
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