Al
parecer, el Ayuntamiento de Granada está gobernado corruptos –uno, dos,
algunos, bastantes, ¿diecisiete?-, y hemos tenido que soportar la vergüenza
ajena de la detención del alcalde, José Torres Hurtado, y de la concejala de
Urbanismo, Isabel Nieto, que manifestaba a quien quisiera escucharla su “poco
apego a la política”, que ha resultado ser sincero, pues se ve que ella y el
alcalde no estaban ahí para hacer política, sino dinero. Primero era un secreto
a voces, después una realidad judicial, y ahora se ha convertido en un sainete,
de los muchos que llevan por toda España la marca del PP. Lo que haría falta es
que hubiera ahora una dimisión en bloque de todo el equipo de gobierno local, y
de todos los que han defendido su gestión, e incluso los votantes que lo han
mantenido en el Ayuntamiento durante tantos años deberían mirarse la mano. Porque
según la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF) de la Policía
Nacional, esta trama de corrupción urbanística llevaba funcionando a pleno
rendimiento durante varias legislaturas. El procedimiento era simple, como
informaba IDEAL esta semana: desde el Ayuntamiento de Granada se avisaba a los
empresarios cómplices de que se iban a recalificar unos terrenos; los
empresarios los compraban a buen precio, y luego, una vez hecha la
recalificación, a pasar por caja. ¿Una caja personal o una caja del partido? Viendo
lo que ha ocurrido en otras partes de España, habría que preguntárselo al
presidente del PP en Granada, Sebastián Pérez, que quizá debería dimitir
también, como todos los que se han llenado la boca condenado la corrupción y
negándola en su partido. Porque tenemos elecciones a la vuelta de la esquina, y
tendrán la caradura de presentarse. ¿Cómo pueden excusarse en el secreto de
sumario? Y los partidos de la oposición en el Ayuntamiento tienen una magnífica
oportunidad para demostrar que están para algo. Tiene que haber una moción de
censura. Sin excusas. Y sin pensar en los resultados electorales. Porque si no
también se convierten en cómplices, o al menos en cooperadores necesarios de
que los corruptos sigan en el poder. Y son también corruptos los que trabajan o
colaboran con corruptos y hacen la vista gorda en cualquier ámbito, desde la
economía a la cultura. Así que no nos quejemos más de la mala suerte de
Granada. Los responsables tienen nombre y apellidos. Esos que llaman chalados a
quienes los denuncian y se quejan de detenciones ilegales, aunque las haya
autorizado un juez.
IDEAL
(La Cerradura), 17/04/2016
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