Mientras
a Almería y Motril llegan nuevas pateras con los inmigrantes que han
sobrevivido a la travesía, el Gobierno quiere que la Unión Europea pague a
Marruecos para que controle mejor sus fronteras. La UE ya paga a Turquía con la
misma finalidad, y España hace lo propio con Mauritania y Senegal, países a los
que ha destinado 135 millones de euros de los fondos de seguridad del Estado.
Además, España gasta anualmente muchos recursos para devolver a los inmigrantes
a sus países de origen, que es uno de los principales elementos disuasorios que
utilizan los gobiernos: frustrar una aventura que ha podido durar años,
jugándote la vida. Pero cualquiera que conozca a un emigrante sabe que lo
volverá a intentar, pues se trata de una cuestión de supervivencia. Éste es un
problema real y tangible, en el que también están implicadas muchas ONG, cuya
reputación ha caído en picado al conocerse las orgías organizadas en Puerto
Príncipe (Haití) por cooperantes de Oxfam Gran Bretaña. Pero que la desgracia
ajena sea un negocio no es nada nuevo, y sólo hay que pensar en la
prostitución, tolerada en casi todos los países presuntamente civilizados. ¿No
se sabe dónde están los puticlubs donde se explota sexualmente a muchas
mujeres? ¿No se hace publicidad de esos locales? ¿Cuántos políticos o empresarios
a los que se les llena la boca con la igualdad y el progreso habrán alternado
en Don José? Sería curioso conocer a la pandilla de hipócritas que habrá pasado
por ese local tan conocido en Granada, y que no por casualidad está junto a
otros centros comerciales donde todo se compra y se vende, como a las mujeres. Tal
vez habría que hablar más claro y decir la verdad, sin tener que recurrir a las
simplezas de Irene Montero o Adriana Lastra. Lo que termina con la desigualdad
es la cultura y la educación, lo que incluye las normas de las RAE, que no es
una institución retrógrada, sino la que logra que nos entendamos. Un lenguaje
común, comprensible por todos, los oriundos y los que llegan, que pueden acudir
a un diccionario –el de la RAE sin ir más lejos- en caso de duda. ¿Podrá
explicarle algún filólogo a un estudiante de español el lenguaje que utilizan
nuestros políticos? ¿Tendrán que buscar a un traductor de esa pseudolengua
poniendo de ejemplo los boletines oficiales de algunas Comunidades Autónomas?
La política de verdad no entiende de géneros, ni siquiera de ideologías.
Inclusión, sí. E igualdad, sí. Pero sin tanta palabrería.
IDEAL (La Cerradura),
18/02/2018
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