En
Granada parece no haber transcurrido el tiempo. Algunas personas siguen
viviendo en la Transición democrática, o en la guerra civil, otras quedaron
ancladas incluso varios siglos atrás, en 1492, entre cardenales y Reyes Católicos
que querían construir un nuevo mundo. Esta semana, en la plaza del Carmen, se
intercambiaban vivas a la República y saludos fascistas y se repartían banderas
de España, a la que de nuevo le profesamos amor fanático. La misma semana en que el prior del Valle de
los Caídos ha negado el acceso al Gobierno para exhumar a Franco. La España del
año 2019 no se diferencia tanto de la de 1936. Vuelven a existir bandos que se
insultan en la calle y muestran el mismo desprecio por los valores
democráticos. Pero uno puede cerrar los ojos ante el fango de la actualidad y
volver a abrirlos mientras da un paseo por la costa, plena de luz, y sentir la
bendición del calor de este sol de enero. Ver cómo ese músico monta el amplificador
de su guitarra eléctrica y canta “Sacrifice”, de Elton John, y algo empieza a
removérsete por dentro. Disfrutar con la alegría del niño que estrena su
bicicleta en el paseo marítimo y que podrías ser tú, porque es muy fácil
retrotraerse a los momentos más felices de la vida y revivirlos como si
ocurrieran hoy. Preguntarte cuándo perdiste esa manera de aprehender la existencia
sin que nada importase. Porque nada importa en realidad y tú puedes seguir
siendo ese niño que sólo se preocupa de vivir el momento presente y que hoy se
ha levantado con la ilusión de abrir por fin su regalo de Reyes. Frente al azul
de este mar la felicidad resulta inevitable. Y puedes ser como ese turista
despreocupado que sólo piensa dónde comerá hoy, si tomará un par de currucos y
tal vez un pescado al horno regados con un vino blanco en un restaurante. Quizá
serías capaz de bañarte o de tirarte desde el peñón, como cuando tenías catorce
años, o caminar hasta esa cala que te gustaba tanto, tumbarte al sol como a esa
mujer a la que no le importa mostrar las arrugas de los años. Escribir, como
Miguel de Unamuno, “Agranda la puerta, padre,/ porque no puedo pasar;/ la
hiciste para los niños,/ yo he crecido a mi pesar./ Si no me agrandas la
puerta,/ achícame, por piedad;/ vuélveme a la edad bendita/en que vivir es
soñar”. Pero no estas pesadillas que se repiten en las calles de Granada cada
mes de enero.
IDEAL (La
Cerradura), 6/01/2019
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