La
medida de lo que representa Vox en la política española nos la da Santiago
Abascal, que ha pedido la legalización de las armas para la “autodefensa” de
los españoles y ha conseguido que todos los partidos y sus cabezas de lista den
su opinión sobre un tema que en principio no tenía ningún interés. ¿Cómo nos
defendemos de los políticos que copian lo peor de otros países como Estados
Unidos para llamar la atención? Como Trump, Abascal se dedica a tronar en las
redes sociales para convertirse en vox populi, y aunque defienda que su formación
es la del sentido común, más bien parece la cara de ese monstruo reprimido que
todavía habita en el inconsciente de demasiados ciudadanos, soldados y
generales recuperados para la causa y que no se sonrojan al defender el régimen
franquista, aunque ellos vivan gracias a la democracia. Y aunque existan
políticos que parezcan caricaturas de Rambo o Harry el Sucio, no es algo de lo
que podamos reírnos, primero porque el propio Abascal suele llevar encima una
Smith & Wesson, y quizá pueda dispararnos al confundirnos con algún intruso;
y luego porque el auge de la extrema derecha en países como España, Francia,
Italia, Holanda o Alemania es un síntoma de la debilidad de nuestras
democracias. Aunque puede tratarse de una debilidad ficticia, creada a punta de
pistola. Porque España es uno de los países más seguros del mundo y con uno de
los índices de criminalidad más bajos, y cualquiera que haya viajado un poco
sabe que lo primero que se echa de menos de nuestro país es la tranquilidad con
la que uno puede caminar por la calle, algo que no pueden decir en muchas
ciudades americanas y europeas. Sin embargo, se nos insta a proteger nuestras
casas con alarmas y cámaras de seguridad de manera machacona, y hay calles
donde el que se siente amenazado es el transeúnte, grabado por objetivos públicos
y privados. El mero hecho de encender el ordenador o el teléfono nos localiza
de manera inmediata, y lo raro es que haya alguien tan analógico y anacrónico
que renuncie a estar hiperconectado. El imaginario colectivo ha sido colonizado
por superhumanos con la musculatura hipertrofiada en el gimnasio, armados como
pistoleros y portadores de una tecnología digna de un espía, porque se ve que
hemos confundido la ficción con la realidad y creemos que puede pasarnos
cualquier cosa. Estamos tan preparados para todo y tan sobreinformados que
parecemos analfabetos. Esta sociedad no necesita armas, sino educación.
IDEAL (La
Cerradura), 24/03/2019
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