En
el viaje de estudios del instituto están prohibidas las habitaciones mixtas. Al
parecer, son normas de la agencia de viajes y de la institución académica. Una
norma absurda, según me comenta G con una lógica aplastante: “Total, en mi
curso la mitad de las chicas son lesbianas y la mitad de la otra mitad
bisexuales, por lo que con esta segregación (sic) es más fácil que se
enrollen”. Yo hace tiempo que mantengo la prudencia cuando converso con un
adolescente, e intento cambiar de tema. “¿Fuiste a la manifestación del 8-M?”
Pero G continúa inflexible: “Es una norma del siglo XIX. No tiene sentido en el
XXI. A está liada con B y con C. D, con Z y con X. Y X hace poco salía con A y
con B”. Entonces G pone una cara filosófica, y yo me acuerdo de cierto profesor
de física que nos obligaba a contestar las preguntas de los exámenes por líneas
ideas. Así que trato de cambiar nuevamente de tema: “Pues creo que hoy hay
convocada también una manifestación por el cambio climático”, digo. Pero G
prosigue con su razonamiento: “Porque claro, seguro que estarían más tranquilos
si todos fuéramos XX o XY, pero ¿y si no es así? Lo mismo no nos importa quién
tiene cromosomas homogaméticos o heterogaméticos”. En ese momento, yo intento
acordarme de las clases de educación sexual que nadie me dio. ¿XY era para los
hombres? ¿XX para las mujeres? G parece leer mis pensamientos: “Es que ya está
bien. “Es como el autobús del cartel ‘Los niños tienen pene. Las niñas tienen
vulva’, que es de la época de las cavernas. ¡Que sólo somos seres humanos!” Yo
rememoro entonces una explicación leída en algún lugar, probablemente en la
Wikipedia, acerca de que los seres humanos pueden presentar una disposición cromosómica
contraria a su sexo fenotípico. Así, puede haber machos XX o mujeres XY. Y
puede darse un número anormal de cromosomas en el que sólo un cromosoma X está
presente, y otro en que se juntan dos cromosomas X y un cromosoma Y, conocidos
como el síndrome del XYY y el síndrome del XXYY. Y hay otras disposiciones
menos frecuentes como el síndrome de triple X, y los síndromes XXXX y XXXXX.
Pero G interrumpe por fin (y se lo agradezco) mi digresión cromosómica: “¿Me
estás escuchando?”. “Claro que sí”, le contesto. “Yo lo que le propondría al
instituto es que os pusieran en las habitaciones por orden alfabético”. Y me
quedo tan pancho.
IDEAL (La
Cerradura), 17/03/2019
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