domingo, 7 de abril de 2019

Palabras


Si como señala el psiquiatra Luis Rojas Marcos, hablar alarga la vida, algunos de nuestros políticos alcanzarán la vida eterna, aunque no se les recordará precisamente por sus grandes obras. Sino por frases como ésta: “Yo soy partidario de la discriminación”, de Santiago Abascal; o “reivindico el derecho de todos a tener un cumpleaños”, de Pedro Sánchez; o “nuestra seña de identidad es la corrupción”, de Pablo Casado; o “estoy dispuesto a no tener credibilidad por el bien de España”, de Albert Rivera; o “mi generación prefiere follar”, de Pablo Iglesias. Ejem. No cabe duda de que vivirán mucho. Hay otra de Otto Von Bismarck que resume bien lo que ha pasado en el Congreso esta semana: “Con las leyes pasa como con las salchichas, es mejor no ver cómo se hacen”. Porque a Pedro Sánchez no le importa contar con el apoyo de Bildu o ERC para convalidar sus decretos-leyes. “Todo sea por el bien de los españoles”, nos dice. Que curiosamente coincide con el bien personal. La estructura del ordenamiento jurídico y la estructura política se asemejan. Sin embargo, lo que en un caso es una ordenación jerárquica de las normas, en los partidos políticos y en las instituciones suele ser una jerarquía de la ambición y la vanidad, cuando no de una estupidez congénita. Así, los conflictos normativos se convierten en la vida pública en una colisión de egos, que conllevan una hipocresía y una mezquindad absolutas. Nada que no sea humano, aunque lo dudemos cuando suben a una tribuna políticos como Gabriel Rufián, que no hablan, sino que insultan. Una persona que se define como: “Yo soy hijo y nieto de andaluces llegados hace 55 años de Jaén y Granada a Cataluña. Soy lo que ustedes llaman charnego e independentista”. Menuda mezcla. Granadino y jienense tenía que ser. Eso explica lo de la malafollá y que siempre tenga la palabra “polla” en la boca. Vayamos a… Los políticos más profesionales (que no tienen que dedicarse necesariamente a la política) se contentan con decirle a cada uno lo que quiere oír, por lo que uno nunca sabe lo que piensan, si es que piensan. ¿Cómo saberlo, si lo único que les interesa es mantenerse en el poder? Tienen una piel dura y viscosa que les sirve para acoplarse en cualquier hueco y deslizarse por cualquier superficie. Y poco a poco van haciendo también más viscosa esa institución o el propio sistema democrático. En tiempo de elecciones tenemos que tener especial cuidado. Podríamos terminar engullidos por un discurso político serpentino.

IDEAL (La Cerradura), 7/04/2019

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