Si
cada uno de nuestros representantes públicos tuviera que asumir su
responsabilidad por las contradicciones, vacilaciones y errores manifestados en
la gestión de esta crisis sanitaria, no quedaría títere con cabeza ni en el
gobierno de la nación ni en los gobiernos autonómicos ni en muchas
corporaciones locales, terminando en el Ayuntamiento de Granada, a cuyo alcalde
le deseamos un rápido restablecimiento. De todos modos, mientras tanto tenemos
a los concejales para las mismas ocurrencias, como denunciar a los dueños de
los pisos donde los estudiantes celebran botellones a la AEAT para que
compruebe si declaran correctamente sus rendimientos del capital inmobiliario.
¿Y qué tienen que ver las declaraciones de la renta de estos señores con las
molestias causadas por los inquilinos de sus bienes inmuebles? Se ve que mucho,
pues en el Ayuntamiento creen que el temor a una multa de Hacienda es mayor que
al de una multa municipal por incumplir la ordenanza de la convivencia, por lo
que los dueños educarán a los estudiantes. ¡Ja, ja, ja! Un ejemplo de
pensamiento político retorcido, con delaciones y venganzas incluidas, típicas
de las series que hoy suele ver la clase media para su evasión mental. Quizá
acabarían antes si denunciaran a los propios estudiantes a la Universidad de
Granada para que les suspendan las matrículas o las asignaturas directamente,
cosa que tampoco tiene nada que ver con hacer botellones, pero que podría resultar
efectiva. El caso es que esta procesión del disparate nacional continúa
encabezada por Pedro Sánchez, seguido de Isabel Díaz Ayuso, Salvador Illa,
Fernando Simón y decenas de consejeros autonómicos y alcaldes y concejales que
van sacándoles la lengua y pegándoles con vejigas hinchadas a los ciudadanos
que les preguntan si van a poder ir a trabajar o a tener que quedarse en sus
casas confinados para ver por televisión el espectáculo. Y para sufragar esta
enajenación institucional, gobierno y socios parlamentarios acabarán aprobando
unos presupuestos donde habrá una subida de impuestos, empezando por el IVA,
que es el tributo regresivo por excelencia y lo pagarán todos los ciudadanos
independientemente de su riqueza, y no esos políticos con sus cabezas. Porque
no tenemos cabezas pensantes, no, sino cabezones de cartón-piedra que
participan en la procesión pública, como las máscaras que antes no debíamos
ponernos y que ahora no podemos quitarnos. También debe de ser una broma
aplicar el estado de alarma o suspender la autonomía de Cataluña o de Madrid,
que tiene pocos deseos de independencia, aunque la presidenta Ayuso vaya a su
aire. Menuda Tarasca.
IDEAL (La Cerradura), 5/10/2020
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