lunes, 19 de octubre de 2020

Ocio y cultura

La decisión de la Junta de Andalucía de cerrar la UGR mientras continúan abiertos pubs y discotecas ilustra bien la escala de valores de nuestros políticos, que para evitar los desmadres de los jóvenes han decidido darles diez días de vacaciones. ¡Viva el botellón! Porque se ve que los contagios se producen en las aulas y no en los locales de ocio, cuando la realidad es la contraria. En las aulas los alumnos cumplen estrictamente las medidas de higiene y los protocolos de seguridad, pero algunos, cuando salen, no lo hacen, como pudieron apreciar el pasado fin de semana los espectadores de toda España, atónitos con el espectáculo de la calle Ganivet. ¿Se ha sancionado a los locales que permiten que sus clientes beban en la calle? ¿Se multó a las personas que no llevaban mascarilla, muchas de ellas turistas? Los “trending topic” y no criterios científicos parecen fundamentar hoy las decisiones políticas, y claro, hay que cuidar la hostelería, que es la primera industria granadina, cuando debería serlo la UGR, que es donde se educa en el estudio y el trabajo, en utilizar las neuronas y no destruirlas. Pero se nota el estropicio cultural en los que se han apresurado a acuñar el eslogan “bares sí, universidad no”, que como la mayoría de los eslóganes simplifica la cuestión. Hay pocas cosas mejores que alargar la sobremesa o adentrarse en la madrugada conversando entre amigos en un buen restaurante o taberna, que pueden ser también universidades del saber estar. Pero el ocio que se prima en Granada es tan efímero como el paso de esos turistas que atestan un rato el Paseo de los tristes y luego dan la nota en el centro, toreando a los coches o a la policía. Y ya no es tan fácil trabajar en el aula o en el despacho y luego alternar un rato en bares como La Tertulia o El Bohemia y restaurantes como El Sevilla, cuyas barras y mesas han sido verdaderas aulas, y donde podías ver a poetas como Javier Egea escribiendo en servilletas. No es, sin embargo, lo que se estila ahora. ¿Hay que cerrar la UGR para no tener que cerrar la ciudad? Ése es un argumento tan pobre que sólo demuestra impotencia, cuando no incompetencia. Si algún día cerrase de verdad la UGR, entonces sí que tendría que cerrarse Granada, que no se entiende sin su universidad y tampoco sin sus bares, donde se han prolongado (y no siempre terminado) las conversaciones iniciadas en las aulas.

IDEAL (La Cerradura), 18/10/2020

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