Mientras
la mitad de la población tiene pesadillas con el confinamiento, el Gobierno ha
cerrado Madrid, porque ya sabemos que una de las potestades ejecutivas del
presidente Sánchez es convertirse en Freddy Krueger, aunque antes de sus
intervenciones haya pianistas que toquen el Himno de la alegría. Hace dúo con
su vicepresidente Pablo Iglesias, que últimamente lleva pinta de samurái, y
despotrica del Poder Judicial, del Rey y de lo que haga falta, siempre que se
trate de cuestiones que a él le afecten personalmente, protegido por el
aforamiento que le otorga el Estado de Derecho, aunque él, representándolo, no
lo respete. ¿Figuraba en el programa electoral de Podemos eliminar los
aforamientos? Pero es que hay quien no distingue entre la vigilia y el sueño, y
los idealismos suelen creérselos mientras sueñan, pero no cuando están en la
realidad y hay que comprase una casa, por ejemplo, que es el momento de cambiar
el apartamento por el mejor chalé de la urbanización, siempre que lo legitime
la asamblea del partido –que nunca iba a ser un partido-. ¿Se puede hacer uno
el harakiri con sus propias ideas? Se puede, aunque para maquillarlo utilicemos
las mesnadas de acólitos en las redes sociales, que son los “walking dead” de
la realidad, que si no muerden más es porque no les dejan, pero todo se andará.
Uno empieza por despotricar de la justicia, luego trata de cambiar las leyes, y
si no puede deslegitima el sistema para sustituirlo por otro diferente que se
parezca a sus sueños y a las pesadillas de los ciudadanos, una nueva inversión
de la realidad. “¡Ahora juego con el poder!”, dice Freddy Krueger mientras
afila las cuchillas de sus guantes. Será que se acerca Halloween. Luego está la
Covid-19, ese Krueger minúsculo, que hace las delicias de monstruos reales como
Donald Trump, tan tonto como los tiempos que corren, un peligro para sí mismo,
su país y toda la comunidad internacional, pero que volverá a ser votado por
los “walking dead” que disfrutan de la hecatombe. Menudo panorama. Será porque
no he dormido bien, y es difícil volverse inmune al bombardeo constante de
malas noticias. Las pesadillas pueden ser de muchos tipos, políticas,
económicas, nacionales, domésticas… “Seis horas de sueño bastan al joven y al
anciano; siete le dejamos apenas al perezoso; a nadie concedemos ocho”. La cara
de la persona dormida muestra muchas cosas que esconde cuando está despierta,
así que quizá andemos dormidos. Cuando despertó, el homo sapiens seguía allí. Y
llevaba mascarilla.
IDEAL (La Cerradura), 11/10/2020
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