Pues
no sé yo si se debería investigar a los militares jubilados que quieren dar un
golpe de Estado y fusilar a 26 millones de españoles (coño, ¿tantos?). La gente
suele decir tantas barbaridades en las redes que quizá hubiera que eliminarlas,
además de a quienes las utilizan. “¡Luis, sé fuerte!”, guasapeó no hace tanto
alguien del que ya nadie se acuerda. ¿Se puede rastrear la “time line” del
presidente, los vicepresidentes y demás miembros del Gobierno? Ni la comisión
de la verdad podría admitir tantos dijes, digo Diegos. Lo mismo tendrían que
dimitir, pues hay quien cree que parte del ejecutivo quiere fragmentar el
Estado. Y que no sólo lo piensan, sino que toman decisiones en ese sentido.
Nadie se libra de pensar tonterías, aunque sólo algunos se abstienen de
decirlas. Igual que las armas de los militares jubilados, los móviles los carga
el diablo. Y hay quien no los necesita. Ahí tenemos a muchos diputados en el
Congreso y demás parlamentos autonómicos, que no brillan precisamente por sus
dotes oratorias. Se insultan alegremente, protegidos por la inmunidad
parlamentaria. Dichoso aquel que es inmune a al insulto. El Tribunal
Constitucional ha decidido no amparar a un dirigente de la Confederación
Intersindical Galega que instó a quemar la “puta bandera” de España en 2014
durante una manifestación ante el Arsenal Militar de Ferrol. Qué manía con
enarbolar o quemar banderas. Mucho antes ya había dicho el Tribunal que la
libertad de expresión no concede un derecho al insulto. Insultar constituye un
delito de injuria, aunque aquí estemos acostumbrados a insultar incluso a los
familiares y amigos medio en broma medio en serio. “¿Qué tal estás,
hijoputilla?” Eran cosas que se escuchaban en los bares cuando estaban
abiertos. Claro, ahora la gente tiene que salir a insultarse a la calle si no
utiliza el guasap. Y es que para reivindicar una subida salarial no hace falta
quemar banderas ni cagarse en ellas, como tampoco para reclamar una España
plurinacional, y sin embargo lo hacen con luz y taquígrafos algunos socios del
Gobierno, ante los medios o en las sesiones parlamentarias. Pero bueno, ahí
tenemos también a Santiago Abascal. El antiguo general de división Francisco
Beca, chatea en el grupo: “No queda más remedio que empezar a fusilar a 26
millones de hijos de puta”; y Abascal contesta: “Me dicen que es obligatorio
saludar a este grupo. Un abrazo a todos y ¡Viva España!” Por lo que se ve, si este
país se desintegra, no será porque falten hijos de puta.
IDEAL (La Cerradura), 20/12/2020
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