Como
en la antigua Roma, actualmente existen cargos oficiales dedicados al vaticinio.
Ya no lucen túnicas ni velos, sino jerséis de lana y rizos blancos, pero
pronostican el futuro gracias a la ciencia y a los algoritmos matemáticos,
aunque aciertan tan poco como las aplicaciones de los móviles sobre el tiempo
atmosférico. Las que mira ese locutor de radio para darte los buenos días: “Hoy
el cielo amanece despejado en Granada”, aunque esté lloviendo a cántaros. O
como las personas que esperan el horóscopo para saber cómo comportarse durante
la próxima semana. ¡Dichoso aquel que pueda ver con los ojos de Fernando Simón!
Así sabrá con cuántas personas se reunirá estas Navidades, a qué hora volverá a
casa, si se tomará las uvas para celebrar el nuevo año. Hemos derivado la
responsabilidad del día a día y esperamos ansiosos a que nos digan lo que
tenemos que hacer. A que políticos fantasmas se reúnan con expertos fantasmales
que nos hablarán del presente y del futuro, pues ya nos habíamos acostumbrado a
que reinterpretaran el pasado. Esta semana, en la que por fin he podido tomarme
una caña en una terraza, he visto un augurio prodigioso: una pareja se levantó
de la mesa dejándose la tapa intacta, sobre la que se abalanzó una decena de
palomas. No les importó que fuera de carne en salsa. Las ratas voladoras
hicieron saltar por los aires las patatas fritas y se embadurnaron de tomate,
como si dieran cuenta de un cadáver. No sé por qué pensé en ese momento en
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias y en los Presupuestos Generales del Estado, pero
lo mejor fue la reacción del camarero: esperó pacientemente a que las palomas finalizaran
el banquete antes de limpiar la mesa. ¿Querría adivinar su suerte en el
comportamiento de las aves? ¿Descifró jeroglíficos en sus saltos sobre el plato?
Quizá entendió en ese momento que habría que esperar al menos tres años para un
cambio de Gobierno. Porca miseria. A falta de cabalgatas y otros
entretenimientos, los alcaldes y concejales se gastan el presupuesto municipal
en alumbrar las calles vacías de gente tras los toques de queda y los comercios
cerrados. ¿Verán los ediles el derroche en las entrañas de los votos
sacrificados, en las urnas vacías? Lástima que hayamos cambiado los sueños de
las brujas por los acuerdos sanitarios de los consejos interterritoriales.
Mientras llegan las dosis de las vacunas contra el virus, los ciudadanos fían
su futuro a los augures. Y a que la rueda de la fortuna dé otra vuelta.
IDEAL (La Cerradura), 6/12/2020
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