En
una semana en la que las administraciones territoriales discuten sobre la
llegada de 200 inmigrantes (¿ilegales?, ¿legales?, ¿se puede decir esto de un
ser humano?) a la península, el Instituto Nacional de Estadística (INE), suma
18.577 muertos más por la pandemia de la Covid-19. 45.684 fallecidos en la
primera ola frente a los 27.127 que contabilizaba el Gobierno, según informaba
Melchor Sáiz-Pardo en este diario. ¿Meros datos estadísticos? Cada una de las
personas que engrosa estos recuentos tiene o tenía una vida o aspiraba a
tenerla. ¿Sabemos lo que les ocurría? ¿Sabemos lo que les ocurre? La única
realidad es la que marca el día a día, y para las gobiernos nacionales,
autonómicos y locales y los partidos políticos que los sostienen parece que es
más importante contar bien a aquellos que se fueron. De los que llegan nadie
sabe nada: ni el Ministerio del Interior, ni la Junta de Andalucía ni el
alcalde de Granada, que sigue atrapando moscas. “Que viene, que viene”, le
avisan sus asesores. “¿Quién? ¿Otro inmigrante?”, pregunta el edil. Y en esto
que llega Sebastián Pérez y le da una colleja exclamando: “¡Dos más dos son
cuatro!” Esas cosas que se hacían en el colegio. Pero nadie sabe a ciencia
cierta quiénes eran los inmigrantes que han llegado a Granada. A mí lo que me
admira es que tuvieran dinero para coger un autobús o incluso un taxi desde el
aeropuerto, según informan las crónicas. Quizá vinieran de Abu Dabi con el Rey
emérito, que les pagó el transporte para volver a España de incógnito con ellos.
¿Cuántos inmigrantes sin papeles son necesarios para que un rey regularice sus
papeles? Pues se ve que 678.393 euros. El caso es que los números no cuadran,
ni los del Ministerio de Sanidad, ni los de Interior, ni los de Hacienda cuando
pretende contabilizar el patrimonio de Juan Carlos, pues no cuenta con
suficientes funcionarios para buscar a los amigos que le han hecho donaciones
al exmonarca. Dichoso aquel que disfruta de la amistad, que es afecto puro y
desinteresado, o eso dicen fuera de España, donde ya hay quien se frota las
manos con la llegada de los miles de millones de los fondos europeos. ¡Será por
dinero! Mientras los países ricos celebran también la llegada de las vacunas,
los pobres piden que se liberen las patentes que las hacen posibles. ¿Pretendemos
salvar sólo a Occidente? Como diría uno de los inmigrantes que ha llegado esta
semana a Granada: “Pues vaya birria de aeropuerto”. Bienvenidos a la realidad.
IDEAL (La Cerradura), 13/12/2020
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