En el puente de Halloween –que parece ya más español que la Noche
de Difuntos, a tenor de todas las fiestas organizadas en pueblos y ciudades con
dinero público- la gente se ríe del miedo.
No queremos saber nada de virus ni de apagones, de facturas de la luz ni
de la inflación, tampoco de terremotos y volcanes. Porque hasta la ONU ha
elegido a un dinosaurio virtual como mascota para avisarnos de los riesgos del
cambio climático, probablemente porque las generaciones que se verán más
afectadas son las que crecieron viendo “Jurassic Park”. Es curioso cómo cambian
los discursos y los símbolos. En esta sociedad infantilizada hemos pasado de
las reprimendas de Greta Thunberg a las de un ser creado por la inteligencia
artificial. Quizá porque cada vez resulta más artificial hablar de inteligencia
en una sociedad que va consumiendo los recursos del planeta como si no
existiera el día de mañana. Es otra de las características del miedo, “quemar
las naves”, “que me quiten lo bailao”, por lo que pueda pasar. Y por eso
salimos de fiesta y cambiamos la mascarilla quirúrgica por una de vampiro o de
zombi mientras celebramos en ciudades turísticas como Granada el lleno de los
hoteles y que la Alhambra recupere el 100% de aforo. Las calabazas las dejamos
para el Gobierno, que sin embargo ha impedido el colapso de la economía, a
pesar del Tribunal Constitucional. Porque hay que reconocer que el aumento de
la demanda, del PIB y de la recaudación tributaria no se explican sin los ERTE
y el incremento del gasto público, que han compensado en parte la caída de la
renta de las familias causada por la pandemia. Al césar lo que es del césar. Y
estaría bien que la clase política explicase estas cosas en el parlamento, que
implicarán aumentar la deuda pública para las generaciones futuras, en vez de
ponerse la máscara del terror. Porque con el cambio de hora llega el del tiempo
climático, frío y nubarrones, gripes y resfriados, pero también hay buenas
perspectivas. El desarrollo de las vacunas y la vacunación masiva traen consigo
la recuperación económica, lo cual debería convencernos de que el futuro pasa
por la investigación científica y la eficacia de los servicios públicos. Esas
son las inversiones que deberían encabezar el programa de cualquier gobierno. También
los discursos de la vicepresidenta Yolanda Díaz, que en la clausura del
Congreso Confederal de Comisiones Obreras ha superado incluso los “miembros y
miembras” de Bibiana Aído. ¿Autoridades y “autoridadas”? Qué miedo.
IDEAL (La Cerradura), 31/10/2021
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