lunes, 22 de noviembre de 2021

Medievales

En España, seis de cada diez personas ingresadas en UCI por coronavirus están sin vacunar, pero en las calles hay un runrún sobre la celebración de las Navidades y la incidencia de la pandemia, abandonado demasiado pronto el sueño de la nueva normalidad (para qué hablarías, Pedro). La gente no se atreve a comprar, a poner la calefacción, a hacer planes a medio o largo plazo. Ve la mosca detrás de las orejas alemanas, francesas, italianas o inglesas, y ya vuelve a pensar en colgar el traje de fiesta, aunque el traje más probable que deberemos llevar este invierno es el de estar vacunados contra la covid-19. Yo, cuando miro el mar, no soy capaz de distinguir si se trata de olas de tormenta o de una pequeña brisa, como algunos expertos, sino que suelo abstraerme en la superficie del agua como en la arena, hasta que se pierde la vista. Entre la playa y el mar debe existir alguna verdad, pero yo sólo sé si el viento viene de poniente o de levante. Con el 90% de la población vacunada, nuestro país ha hecho los deberes, frente al 68% de países como Alemania, o Bélgica, Francia e Italia, que están por debajo del 75%. Sin embargo, incompresiblemente, en España hay más de cuatro millones y medio de personas que aún no se han vacunado, y las comunidades autónomas quieren impedirles que participen en las comidas de Navidad o que entren en los locales de ocio. ¿Quién teme al coronavirus? En nuestras sociedades abundan los suicidas, pero el problema es cuando se pone en riesgo la vida de los demás. Frente a los peligros de lo invisible, y en el siglo XXI, mejor redimirse con la ciencia que empeñarse en vivir en la Edad Media, a pesar de políticos como Pablo Casado, que cuando ve reunirse a unas cuantas mujeres progresistas habla de aquelarres. ¡Vade retro! ¿Se subirá el presidente del PP en una escoba? ¿Se convertirá en un macho cabrío?  Si algo ha demostrado esta crisis sanitaria es que las Administraciones deben ser las garantes de la prestación de los servicios públicos esenciales. Si los Estados no pueden crear las vacunas, al menos deben garantizar que se vacune toda la población. Para eso necesitamos científicos y buenos administradores, no a retrógrados que confundan la política con la brujería. Hay que invertir en sanidad y educación, incluso en educación política. A la población no la salvará ningún milagro, fuera de una atención médica y eficaz y un comportamiento responsable.

IDEAL (La Cerradura), 21/11/2021

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