lunes, 8 de noviembre de 2021

Metaversos

Si todos los recursos que invertimos en perseguir quimeras o crear realidades paralelas los invirtiéramos en la realidad que vivimos, en la de andar por casa en pantuflas, quizá desaparecerían muchos de nuestros problemas. Mark Zuckerberg ha prometido crear un nuevo paraíso virtual en la tierra, pero si analizamos la experiencia de Facebook quizá se trate de un mundo descerebrado y bronco, donde no es que una imagen valga más que mil palabras, sino que palabras e imágenes se vacían de contenido y las personas se convierten en carcasas. Personas que seguirán necesitando servicios públicos, ir al médico, vacunarse, escuelas para educar a sus hijos, actividades para las que es esencial el contacto humano, la presencialidad, el cuerpo, con sus dolores y placeres. Eso, que resulta tan evidente si uno se detiene un momento a pensarlo, no lo es cuando la prisa, la sobreinformación y tantos incentivos virtuales eliminan de tu vida el sosiego y la reflexión. Pero las empresas ya quieren participar en el metaverso de Zuckerberg. Porque esperan que pronto todos destinaremos nuestros recursos a vestir y alimentar a nuestros avatares, que necesitarán casas y coches en ese universo paralelo donde les estará permitido todo lo que les está vedado en éste. ¿Saldrán así de la pobreza, vivirán más tiempo, se librarán de la vejez y las enfermedades? Como diría Greta Thunberg, “bla, bla, bla, bla”. La COP26 que se celebra estos días en Glasgow es otra prueba de las contradicciones entre superficie y realidad. ¿Alguien duda a estas alturas de las consecuencias del cambio climático? Los líderes mundiales sólo han cambiado los tonos de sus discursos, copiando el de la activista sueca, pero son incapaces de ponerse de acuerdo en lo más básico. “Bla, bla, bla, bla”. Pero ¿qué pasaría si por una vez políticos y empresarios coincidieran con los científicos y decidieran invertir en las necesidades esenciales? Asegurar los bienes vitales de la población mundial es un objetivo al alcance de las organizaciones internacionales y de los países que realmente respetan y creen en el futuro de sus ciudadanos. Según David Beasly, director del Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas, bastaría con un 0,36% del patrimonio de multimillonarios como Elon Musk, Jeff Bezos o el propio Mark Zuckerberg para acabar con la hambruna. Ahí tienen un objetivo realista y al alcance de sus manos. Porque, para metaversos, los de Jorge Manrique: “Recuerde el alma dormida,/ avive el seso y despierte/ contemplando/ cómo se pasa la vida,/ cómo se viene la muerte/ tan callando”.

IDEAL (La Cerradura), 7/11/2021

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