lunes, 11 de julio de 2022

Mediterráneo

Bañarse en el Mediterráneo es una operación de limpieza. Uno debe ir apartando plásticos y detritus, las extrañas burbujas que se forman en la superficie y que huelen a letrina y queroseno. Hemos convertido nuestro mar en un gran váter adonde van todos los desperdicios de los países ribereños. En las ciudades de costa, las bolsas de los supermercados terminan siendo alimento de peces y luego de las personas, convertidas ya en una nueva especie de seres de plástico, que se nutren de aquello que desechan. Según la WWF, entre 70.000 y 130.000 toneladas de microplásticos y entre 150.000 y 500.000 toneladas de macroplásticos acaban en el mar Mediterráneo y otros mares europeos cada año. Ciento treinta y cuatro especies de peces, tortugas marinas, mamíferos y aves están amenazadas por el consumo de plásticos, pero también los atunes y peces espada que comemos en los chiringuitos. Es decir, esperamos con ansiedad que lleguen las vacaciones para poder bañarnos en un estercolero, a lo que contribuyen sin duda los desagües de las urbanizaciones no conectadas a la red de saneamiento y que van al mar, lo que en la costa de Granada es perceptible según la hora del día, pues en la superficie se forman manchas que terminan absorbiendo a los bañistas. Frente a las banderas azules que suelen ondear en las playas andaluzas por la calidad de las aguas y las riberas, asociaciones como Ecologistas en Acción también otorgan banderas negras por mala gestión ambiental y contaminación, que si el pasado verano plantaron en los acantilados y calas de la zona protegida de Tesorillo-Salobreña y en la playa de Poniente de Motril, donde desembocan varias acequias, este año han sumado las playas de La Charca-Salomar en Salobreña y las playas de La Rábita-El Pozuelo en Albuñol, donde es habitual encontrar plásticos, envases de agrotóxicos y basuras, así como en los fondos marinos cercanos. Las propuestas de renaturalización y restauración de la costa contrastan con la alegría con la que los ayuntamientos conceden licencias urbanísticas, y de este modo las urbanizaciones han transformado un paisaje en el que ya domina el ladrillo. Los ecologistas denuncian que la mayoría de las playas entre Motril y Almería merecería una bandera negra. Hacia levante lo que domina es el plástico, y hacia poniente pronto desaparecerá la playa del Peñón de Salobreña y La Guardia. Y es que, parafraseando a Serrat, si nuestra niñez sigue jugando en la playa, nuestra muerte será entre la tierra y el cielo. Nacemos y morimos en el Mediterráneo.

IDEAL (La Cerradura), 10/07/2022

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