Se
ve que en España se mezclan con alegría folclore, devoción y frivolidad, y esta
semana compartían cabecera en los informativos las imágenes de Ana Obregón con
la de las vírgenes y los cristos que procesionaban por las calles españolas. Si
uno trata de hacer una interpretación seria tendría que bucear en el cubismo y
el psicoanálisis y tal vez remontarse a los últimos años de la dictadura,
cuando empezó a fraguarse esta especie de aristocracia del papel couché, que
tan buenos ratos hace pasar a la gente en el váter. Lo peor son los sesudos
análisis sobre la gestación subrogada a los que les dedican horas de
televisión, y no a las miserables realidades económicas que suelen soportar las
mujeres que por necesidad alquilan sus cuerpos para este y otros menesteres
menos edificantes, pero de los que la hipocresía social no duda en
beneficiarse. A mí lo que me llama la atención es la fe en el género humano que
tienen algunas mujeres que congelan sus óvulos, doscientas cincuenta en
Granada, según informaba Laura Velasco en IDEAL. Con una población que cada vez
vive más años, la posibilidad de convertirse en madre más tarde es algo común,
aunque en los retratos familiares de esas nuevas familias desaparezca toda una
generación, pues las madres tienen la edad de las abuelas de antes, y los hijos
la de los nietos. Es como partir en dos la vida de Benjamin Button para
envejecer y rejuvenecer al mismo tiempo, aunque lo que en el relato de Fitzgerald
era ciencia ficción, gracias a la ciencia a secas es hoy una realidad cotidiana.
Lástima que no se les pueda preguntar a esos niños, pues quizá, con la
sinceridad que lo caracteriza, aconsejasen a sus madres-abuelas que en vez de
congelar sus óvulos invirtiesen en un buen plan de jubilación. Porque si los
infantes en cuestión nacen de mujeres de más de cincuenta años cuando tengan
veinte serán una especie de asistentes sociales y enfermeros personales, por
mucho que nos estiremos la piel con cirugía y la esperanza de vida con nuevos
fármacos. Pero, en fin, algunas ideas también se congelan al parecer en
nitrógeno líquido para aprovecharse más tarde, y sólo hay que fijarse en el
programa de nuestros partidos políticos o en las peregrinaciones que han
realizado miles de españoles durante esta Semana Santa. No me imagino yo a la
hija-nieta de Ana Obregón cantándole a su madre-abuela una saeta. Bien saben
los padres que los hijos suelen ser maleducados con todo el cariño por los
abuelos.
IDEAL (La Cerradura), 9/04/2023
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