Los problemas reales de un país no estriban en si se puede o no
formar gobierno, sino en el futuro que puede ofrecer a los jóvenes que viven en
él. Y España encabeza la lista de los países europeos con mayor abandono
escolar, nada menos que un 13,9% de los jóvenes entre 18 y 25 años, según un
informe publicado esta semana por la OCDE.
El 26,5% de quienes tienen entre 25 y 34 no ha pasado tercero de la ESO
(“eso” es la Escuela Secundaria Obligatoria) y un 17% de los que tienen entre
18 y 34 ni estudia ni trabaja. Ni siquiera son “ninis”, sino un cero a la
izquierda. Son datos de un país en vías de desarrollo, no de una democracia
europea que presume de progresista. El verdadero problema del Estado autonómico
no es si puede convertirse o funciona ya de hecho como un Estado federal o
plurinacional, sino las carencias que muestran las comunidades autónomas al
prestar los servicios públicos esenciales, como son la educación y la sanidad. Más
que en cómo se definan nuestras administraciones, debemos fijarnos en las
competencias que tienen atribuidas y si las ejercen eficazmente, que es lo
único que justifica su existencia en un Estado social y democrático de derecho.
Y, en ese sentido, la descentralización española ha supuesto un fracaso. No ha
servido para que la educación y la sanidad sean mejores, sino para duplicar o
triplicar el gasto público, las instituciones del Estado, los cargos políticos
y la carga tributaria de los ciudadanos. “Eso” explica también la desafección
que hay entre la ciudadanía por el propio país, pues probablemente el mayor
nexo identitario sea la educación que se recibe, que debería ser la misma en
todo el territorio español, como los servicios sanitarios deberían ser
exactamente los mismos en todas las comunidades autónomas, sin que hubiera
ninguna posibilidad de privatización. “Eso” es perfectamente compatible con que
en los programas educativos se incluyan las singularidades territoriales e
históricas, que quizá se aceptasen con naturalidad si se explicasen de la misma
manera en Madrid, en el País Vasco, en Cataluña o en Andalucía. Si pudieran
destinarse a fines sociales todos los recursos malgastados por las comunidades
autónomas en estos ámbitos, no existiría pobreza en España. Luego están los
detalles, si se debe llevar falda o pantalón, como se discute en un colegio de
Granada. O los síntomas, como que haya falta de médicos en los centros de salud
y especialistas en los hospitales. Ésas deberían ser nuestras preocupaciones. Y
nuestras ocupaciones.
IDEAL (La Cerradura), 17/09/2023
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