En
algunas familias, los móviles han sustituido a los padres en el proceso
educativo. Por lo visto, un teléfono es el regalo de primera comunión más
habitual para los niños de ocho años, que es la edad con la que se inician en
la pornografía. Así, no es de extrañar que algunos menores de Almendralejo
(Badajoz) hayan utilizado una aplicación de “fakes” para desnudar a amigas y
compañeras y compartir esas fotografías trucadas por WhatsApp. Lo de distribuir
vídeos “deepfakes” de políticos y famosos ya era algo habitual, pero ahora
puedes encontrarte con cualquiera que utilice tu imagen para lo que se le
ocurra, quizá porque esté aburrido y se haya cruzado contigo en el autobús.
Vamos por la calle armados con artefactos de intrusión masiva, pero a nadie
parece preocuparle demasiado. No controlamos las actualizaciones de nuestros
teléfonos y ordenadores, no sabemos exactamente qué aplicaciones se actualizan
y con qué fin, aparte de tenernos controlados, claro, y tal vez dentro de poco
veamos cómo la inteligencia artificial reorganiza con la misma rapidez el
mercado de trabajo, sacando a muchos seres humanos de la ecuación. Al igual que
se optimizan las aplicaciones informáticas, el mercado optimizará su eficacia
prescindiendo de buena parte de los trabajadores, como ocurrió en la Revolución
Industrial. Entonces nacieron los sindicatos y los derechos laborales, y ahora
haríamos bien en regular el uso de la Inteligencia Artificial (IA). Los
primeros que han empezado a rebelarse son los actores de Hollywood, que temen
que muy pronto sean reemplazados por modelos biométricos, que con suerte
utilizarán su cara y poco más, como ya se hace en muchas campañas publicitarias.
Lo mismo ocurre con guionistas y escritores, que ven cómo sus creaciones son
plagiadas, mezcladas y recreadas por programas como ChatGPT, que es también la
aplicación estrella entre nuestros estudiantes universitarios. La plataforma Amazon
está inundada de libros creados por la IA, aunque lo que caracterice a la
creación literaria y artística sea la originalidad. Y no tranquiliza mucho ver la
línea editorial de las grandes empresas del sector, que dedican la mayor parte
de su catálogo a publicar libros comerciales que repiten la misma fórmula una y
otra vez. Pero hace falta una regulación de la IA en el marco de las
organizaciones internacionales y de la UE. Porque la época del Gran Hermano ya
pasó. Entregada nuestra identidad, parecemos dispuestos a entregar también
nuestra creatividad e inteligencia, esas cualidades que nos identifican como
seres humanos. Y deberíamos cultivarlas y protegerlas antes de que no sirvamos
para nada.
IDEAL (La Cerradura), 24/09/2023
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