La
limitación del uso del móvil en las escuelas puede verse como una prohibición y
una intrusión en la intimidad, pero también como una liberación para miles de
adolescentes que sufren trastornos de ansiedad, insomnio o irritabilidad por
vivir en una especie de frenesí digital. De hecho, los resultados del informe
PISA sobre nuestro sistema educativo serían mucho mejores si las pantallas
desaparecieran de las clases. Primero hay que asentar las capacidades básicas
de los alumnos, luego podemos utilizar las nuevas tecnologías para
desarrollarlas en el aula. Pero, para explicar, no hay nada mejor que una
pizarra. La educación es una forma de comunicación y los profesores tienen que
tender puentes con su auditorio, puentes que saltan por los aires si los
destinatarios del mensaje están absortos en una pantalla. Sólo hay que fijarse
en los restaurantes, donde nada resulta más penoso que ver a una pareja que no
habla, sino que teclea. En el colegio, en el instituto e incluso en la
universidad esto es una desgracia. La simplificación de los mensajes se nota en
todo tipo de discursos. Como la gente está acostumbrada a ver, nadie se molesta
en describir, matando la imaginación de los interlocutores. Es algo que se nota
ya incluso en los libros, de una pobreza descriptiva lamentable. Escritores que
narran para espectadores, como si la novela fuera una serie o una película,
escrita como un guion, con sobreabundancia de diálogos y ausencia de imágenes. La
sobreestimulación audiovisual y auditiva hace que nuestros niños y no tan niños
sean incapaces de concentrarse durante cinco minutos en algo concreto, ya sea
la lectura o hacer un ejercicio, lo que a muchos les supone un suplicio. Pero
la solución no es eliminar los exámenes para evaluar las competencias, sino
desarrollar las competencias. Esto resulta evidente para la mayoría de los
pedagogos, por lo que uno no entiende la obstinación de las administraciones en
lo contrario, a no ser que haya un plan preconcebido para crear autómatas. ¿No
queremos que nuestros jóvenes piensen por sí mismos y se desarrollen
plenamente? No se trata de prohibir, sino de acompañar en el aprendizaje de una
manera consciente. Si entre nuestros jóvenes abundan la depresión, las
agresiones y las autolesiones, que nos resultan inexplicables, quizá tenga algo
que ver el uso abusivo de los móviles. Ya sabía George Orwell que las pantallas
serían omnipresentes y vigilantes allá por 1949, cuando publicó “1984”. “Guerra
es paz, libertad es esclavitud, ignorancia es fuerza”, son los lemas de las tiranías
y las pantallas.
IDEAL (La Cerradura), 17/12/2023
No hay comentarios:
Publicar un comentario