Mientras
el CNI expulsa del país a dos agentes de la CIA, los porteros de las discotecas
de Granada se enfrentan a jóvenes imitadores de James Bond o Jason Bourne, que
llevan pistolas de aire comprimido. Uno comprende que algunos adolescentes
confundan la realidad con la ficción, pero no tanto que lo haga la ministra de
Defensa, Margarita Robles, quien afirma que el incidente con los espías
norteamericanos “no afecta al núcleo fundamental en las relaciones de dos
países que son aliados y amigos”. Bueno, no tanto. Si espías a tu aliado y
amigo es porque no confías en él. La CIA estaba pagando a dos miembros del CNI
para que les facilitaran información clasificada como secreta. ¿Y qué pasará
con los espías españoles? Si estuviéramos en una película, ya habrían sido
silenciados para siempre, o como mucho se les hubiera dado la oportunidad de
quitarse estoicamente de en medio para salvar el honor y la integridad, si es
que todavía se estila eso. Pero en un Estado de derecho uno debe acudir al
Código Penal, que en su artículo 584 (delito de traición) establece una pena de
6 a 12 años para “el español que, con el propósito de favorecer a una potencia
extranjera, asociación u organización internacional, se procure, falsee,
inutilice o revele información clasificada como reservada o secreta,
susceptible de perjudicar la seguridad nacional o la defensa nacional”. ¿A qué
nos sonará esto? Quizá la administración americana quiera saber como los
ciudadanos españoles lo que se habla y lo que se pacta entre el Gobierno
español y Junts. ¿Cómo se pueden llevar en secreto en un sistema democrático
las negociaciones para un pacto de gobierno? ¿Y por qué hay que gastar dinero
público para que se realicen en el extranjero? ¿Para qué tenemos el Parlamento?
Si aquí en España ni los partidos políticos ni sus dirigentes se fían unos de
otros, es difícil que lo hagan nuestros presuntos amigos y aliados, que deben
pensar aquello de que, a nuestros enemigos, cuanto más cerca, mejor. Quizá
tengan algo que ver los gestos chulescos a los que se han acostumbrado los
presidentes españoles, como José Luis Rodríguez Zapatero ante la bandera norteamericana
o Pedro Sánchez en viaje diplomático a Israel, país que facilita tecnología
punta a otros países para los trabajos de espionaje, como el famoso programa
Pegasus. ¿Filtrarán los israelíes las conversaciones entre el PSOE y Junts como
venganza? Si aún viviera Francisco Ibáñez, quizá pudieran explicarnos los
secretos de nuestra democracia Mortadelo y Filemón.
IDEAL (La Cerradura), 10/12/2023
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