La
gente celebra la mayor oferta de empleo público de la historia: más de 40.000
plazas con las que el Gobierno de Pedro Sánchez pretende acallar la mala
conciencia. Frente al estupor, la maravilla de cargos públicos y funcionarios
de administraciones que se superponen en la prestación de servicios esenciales,
lo que no redunda sin embargo en su eficiencia. “Vuelva usted mañana” o “se ha
ido a desayunar” son las frases más celebradas en las oficinas públicas, aunque
haya que pedir cita previa. ¡Qué sería del barrio de los Pajaritos sin
funcionarios ni abogados! Uno puede ir a la Seguridad Social y descubrir que de
debajo de la mesa que te ha tocado sale un sospechoso tufo a pescado. ¡Hay que
aprovechar los descansos para hacer la compra! El pan no se nota y es lo
primero que se adquiere, pues a las diez de la mañana ya no queda integral: pan
de semillas, de centeno, de espelta, de trigo sarraceno… Los empleados públicos
conocen bien los beneficios para la microbiota de la fibra, pues se pasan
demasiado tiempo sentados frente al ordenador. Y hablando de ordenadores, no sé
si dentro de la oferta de empleo público figuran informáticos para controlar
“el pajaporte”, que es como se conoce en las redes sociales al pasaporte
digital que quiere imponer el Gobierno para controlar el acceso de los jóvenes
al porno en Internet. Cada adulto que quiera acceder a esos contenidos
calenturientos deberá descargarse en su móvil la app Cartera Digital, que
controlará la edad del usuario y limitará los accesos a las webs pornográficas a
30 mensuales. ¿Sólo 30? Torrente diría que nuestros adolescentes se matan a
pajillas, pero los expertos sabrán. El ministro José Luis Escrivá, después de
haber reformado las pensiones y estudiado por tanto las costumbres de la edad
dorada, ahora tiene que vivir en un mundo de hormonas disparadas. Da pena
reírse de cosas tan sensatas, aunque andan nuestros adolescentes descojonados
de risa, pues les podrían explicar al ministro y a sus técnicos lo fácil que es
saltarse cualquier control en la red. ¿Van a controlar todas las webs porno del
mundo? ¿Van a prohibir las conexiones VPN? ¿Y qué pasa con los datos personales
de los usuarios? Quizá sean cosas que no tengan nada que ver y no puedan
mezclarse las ofertas de empleo público con la pornografía. Y tampoco hay que ser
mal pensado y acordarnos de “1984” y del control de las costumbres de los
ciudadanos. Pero, a veces, el paternalismo gubernamental resulta pornográfico.
IDEAL (La Cerradura), 7/07/2024
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