lunes, 11 de noviembre de 2024

Personajes

Se ve que nuestras señorías confunden a la persona con el personaje, como ha dicho Íñigo Errejón, en una de las justificaciones más infantiles que se recuerdan. No vale ni para un mal actor. Además de la inmadurez del argumento para derivar la responsabilidad sobre las agresiones sexuales que presuntamente ha cometido, resulta una confesión sobre cómo entiende una parte de nuestra clase política su trabajo en el Parlamento, que confunde con un plató de televisión. Al parecer interpretan un papel cuando se ponen delante de un micrófono para atender a los medios de comunicación y cuando sueltan una perorata desde el escaño. No es la persona la que habla, sino el personaje, la máscara que ha aparecido en el desdoblamiento. Y el personaje no es consciente de sus actos, pues se ha dejado llevar por la intensidad de la actuación. Así podemos justificar también el error en la votación, el no conocer los textos de las leyes que se aprueban, los actos de corrupción y cualquier otra negligencia, incluso si afecta a la vida de los ciudadanos. En una de las semanas más trágicas de nuestra historia reciente, hemos asistido a un cruce de reproches y acusaciones entre el presidente de la Comunidad Valenciana, el presidente del Gobierno y el jefe de la oposición, incapaces de mostrar unidad y gestionar de una manera coordinada y eficaz la ayuda a las víctimas de la Dana. Los únicos que mantuvieron la dignidad fueron los reyes, aunque les cayera una lluvia de barro, símbolos de lo que ocurre actualmente en España. Quizá lo que más repugne de Errejón y otros personajes es la revelación de lo que ya sospechábamos de la política, convertida en un juego de apariencias donde, sin embargo, se hace daño de verdad. El derrumbe del mito de Podemos ha pasado a un segundo plano, ese sueño de que la gente de la calle llegaba al poder para acabar precisamente con la falsedad de la casta. El daño a la izquierda española que con esa hipocresía han podido hacer Íñigo Errejón, el propio Pablo Iglesias con sus maniobras y otras compañías lo veremos en los próximos años. Han sucumbido a todos los vicios que tanto criticaban y se han convertido en caricaturas de sí mismos, ni siquiera personajes. Y es una verdadera lástima. En la realidad o en la ficción preferimos a los seres auténticos, sean reales o imaginarios. Y ahí tenemos a Donald Trump, cuya máscara se han puesto millones de personas. En la política necesitamos personas.

IDEAL (La Cerradura), 10/11/2024

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