Lo más
admirable de la guerra de aranceles planetaria es que todo el mundo viva
pendiente de las decisiones de Donald Trump, un “imbécil”, “necio” y “matón de
patio de colegio”, en palabras de Felipe González. Nadie, al parecer, ha
pensado en la posibilidad de meterlo en un hospital psiquiátrico (privado,
claro), un asilo o quizá en la cárcel, si tuviera que cumplir pena por los
delitos por los que ya fue condenado, aunque absuelto luego por el voto de
millones de ciudadanos estadounidenses, muchos de los cuales ya se habrán
arrepentido de su decisión. Empezando por Elon Musk, que ha visto cómo sus
empresas se desplomaban en la bolsa. Y va a tener que pensar dónde coloca sus
vehículos Tesla a partir de ahora, pues el 65% los vendía en Europa y China,
donde no están dispuestos “a besarle el culo” a su jefe. Y también tendrán que
pensar a qué van a dedicarse compañías como Apple, que fabrica sus iPhone en
China, y que, por el incremento de costes, debería venderlos a 3.500 dólares
por unidad si empieza a fabricarlos en USA. Lo mismo ocurre con las zapatillas
Nike, que lleva puestas medio planeta. Tampoco les ha hecho mucha gracia la
fiebre arancelaria a Jamie Dimon, presidente de JPMorgan, el mayor banco de
Estados Unidos, ni a los mercados de deuda pública, que le han hecho recular
–nunca mejor dicho- en sus medidas a Donald Trump. Un personaje que dice al
mismo tiempo que “hay que ser flexible” y que “mis políticas nunca cambiarán”,
y es tan voluble que parece no existir, sino ser un robot creado para destruir
el sueño americano, o un avatar diseñado por IA con todas las características
de los villanos más disparatados de las películas de serie B hollywoodienses. Lo
peor es que hay quien le ríe la gracia en España, lo que nos da una idea de lo
que ocurriría si los partidos radicales llegan al poder. Y, sin embargo, el personaje
real supera a los imaginados por cualquier guionista dedicado a la ciencia
ficción, al terror, al drama o a la parodia. Porque entre arancel y arancel, a
Donald Trump se le ha ocurrido aprobar también un decreto para “mantener una
presión de agua aceptable en las duchas”, un problema en USA. “Quiero cuidar mi
precioso pelo”, ha afirmado. No nos da tiempo para tanto disparate. Quizá en la
democracia más antigua del mundo quieran recuperar la pena de decalvación para
el que espero sea pronto el expresidente Donald Trump.
IDEAL
(La Cerradura), 13/04/2025
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