A
muchos ayuntamientos de la provincia de Granada no les salen las cuentas, pero
siempre tienen presupuesto para celebrar las fiestas. En este mes de agosto que
termina ha habido festivales de flamenco, de rock, de pop, verbenas y eventos
variados, y todavía les queda fondo para poner los columpios, las barras y los
escenarios y no dejar dormir a nadie durante una semana. Esto sería imposible
en cualquier otro país civilizado, pero “Spain is different”, y con el halo de
la cultura se envuelve el maltrato animal, incluyendo el del homo sapiens. Sin
embargo, los consistorios no se dan prisa en hacer los deberes con el Tribunal
de Cuentas, y tampoco la Diputación, porque no estamos acostumbrados a la
transparencia. No es el caso del Ayuntamiento de Granada, que puede presumir de
tener al día el pago a los proveedores. Quizá porque a cargo de la concejalía
de Economía está Rosario Pallarés, catedrática de Derecho Financiero y
Tributario de la UGR. La gestión pública mejora cuando la realizan
profesionales, independientemente de las siglas, aunque hay filias y fobias que
se traen de otras instituciones. Porque si caemos en el error de creer que las administraciones
públicas son una prolongación de los partidos políticos, las malas costumbres se
imponen. Algunos líderes no se sienten obligados a dar explicaciones ante los
órganos de dirección y las bases de sus formaciones, a los que les exigen
obediencia, por lo que piensan que también deberían obedecerles los ciudadanos,
con los que lo máximo que se permiten es alguna irritación o un tono
paternalista. Algunos, como Donald Trump, exigen la adulación inmediata, cuando
no la postración y la pérdida de dignidad, que les va a costar recuperar a los
dirigentes de la Unión Europea. En España, todavía se guardan las apariencias.
Bueno, unos más que otros. Pero las apariencias deberían importarnos poco a la
hora de rendir cuentas. ¿Conseguirá el Gobierno algún día aprobar los
presupuestos generales del Estado? No se convocan elecciones, pero da la
impresión de que vivimos en una campaña electoral permanente, en la que sólo se
toman decisiones de cara a la galería. Para salvar la legislatura, a ERC no le
basta con la quita de la deuda pública a Cataluña, gracias a la cual una obligación
que era sólo de la Generalitat ahora la asumirán todos los españoles. No es un
tren al que deban subirse el resto de comunidades autónomas. Lo mínimo que
podemos exigirles a nuestras Administraciones es que sepan cuadrar las finanzas
públicas. Y que quienes las dirigen rindan cuentas.
IDEAL (La Cerradura), 31/08/2025
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