A
falta de propuestas políticas que fomenten una idea de España, no sé yo si
sería una buena idea recuperar el servicio militar obligatorio, como ya planean
otros países vecinos, caso de Francia y Alemania. La generación que ahora tiene
más de cincuenta años cuenta historias para no dormir de la época en que hacía
la mili protagonizadas por reclutas, cabos y sargentos. Pero es verdad que
tiene una formación básica que iba más allá del manejo de las armas. ¡Un poco
de disciplina! Y no debía estar tan mal compartir la instrucción con gente
venida de toda España. Seguro que si algún “influencer” lo pusiera de moda,
habría quien pagaría ahora por irse un año de campamento y entretenerse con
batallas de “airsoft”. Federico Trillo, entonces ministro de Defensa, lo
anunció el día 9 de marzo de 2001: “Señoras, señores, se acabó la mili”. Y José
María Aznar presumía de que había sido él quien la había quitado, y no “los
progres simpáticos”. En realidad, a mucha gente le encanta ponerse un uniforme,
y en sus pesadillas más calenturientas aparecen “dominatrix” vestidas sólo con
una metralleta. De hecho, los propios Trillo y Aznar disfrutaron de lo lindo reconquistando
la isla de Perejil. “Al alba y con fuerte viento de levante…” Los iberos somos
bastante bélicos. Pero unos meses de formación en el espíritu nacional o
autonómico, según corresponda, serían mano de santo para nuestra clase política
antes de tomar posesión del escaño en el Congreso. Uno se presenta a unas
elecciones, pero como cualquiera que tiene que acceder a un cargo público
debería recibir una formación básica, ya que algunos no la traen de casa. Una
escuela de práctica política, como las hay de práctica jurídica, donde las
señorías pudieran pasar al menos tres meses compartiendo clases de derecho constitucional
y una formación militar mínima, por si tienen que defendernos de una agresión
extranjera o tienen que defenderse de sí mismas cuando ya empiecen a ejercer en
el Parlamento. Es curioso que, en una época de crisis institucional, el ejército
sea una de las instituciones mejor valoradas por los ciudadanos. Un ejército
que actualmente cuenta con 120.000 militares profesionales, que parecen pocos
para los tiempos que corren. Por eso el Gobierno prevé aumentar la plantilla en
15.000 efectivos para 2035, pues Putin está deseando bombardear las
instituciones de la UE no sólo en Kiev. ¿Aceptaría el presidente ruso una
invitación para irse de ejercicios espirituales con su amigo Donald Trump? Sería
mejor inventarnos una mili para la paz.
IDEAL (La Cerradura), 7/09/2025
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