Aunque puede resultar un motivo de orgullo que España haya sido de los pocos países en condenar desde un principio el genocidio de Gaza y en reconocer el Estado palestino, resulta ridículo cuando esta cuestión se traslada al debate doméstico, donde se convierte en una nueva polémica y una excusa para el enfrentamiento entre el Gobierno y la oposición. Viendo el lenguaje que utilizan y las maneras incluso violentas que se gastan sus portavoces, difícilmente puede resultar creíble que PSOE y PP estén interesados de verdad en la defensa de los derechos humanos. En España parece ser una costumbre que los presidentes, independientemente del partido al que pertenezcan, se dediquen más a la política internacional cuando empieza a fallar la doméstica. Puede ser José María Aznar fumándose un puro con George Bush Jr., José Luis Rodríguez Zapatero dándole cancha al dictador venezolano o Pedro Sánchez enmendándole la plana a Donald Trump. No hay mucho que pinchar ni cortar, aunque siempre consuela que seamos de los pocos países que mantengan la dignidad ante la ONU. ¿Qué ha sido de esa organización que nació después de la Segunda Guerra Mundial? ¿Por qué nadie le hace ni caso? En nuestras universidades seguimos explicando las instituciones de un mundo que ya no existe. Y no estaría mal que nuestro país ejerciese realmente el liderazgo en la defensa de los valores democráticos, pero para eso debería haber un discurso único en nuestros partidos políticos, lo que es compatible con la discrepancia. No es así, sin embargo. En España sigue pesando demasiado la cuestión territorial y los partidos están ocupados en mantener sus cuotas de poder autonómico. No somos consecuentes. Porque si condenas lo que ocurre en Gaza no puedes apoyarte en un partido como Bildu, que no condena el terrorismo. Lo que vale para el mundo debería valer también para España. ETA asesinó a cientos de personas en nuestro país, por muchos de esos crímenes no han respondido los culpables, y de eso ya no se habla. Ponemos el foco en la Guerra Civil, que nos queda más lejos, pero es más simbólica. Nuestros responsables públicos parecen actuar siempre para la galería, carecen de consistencia. Me gustaría oírles decir lo mismo aquí que en Nueva York. No puede ser que España funcione como una ONU en miniatura y que sólo reconozca los crímenes que importan según cuáles sean los intereses políticos del presidente de turno. Mientras tanto, los dictadores lanzan sus drones y afilan los colmillos. Necesitamos una sola voz genuina, valiente y democrática.
IDEAL (La Cerradura), 28/09/2025
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